¿Quien representa al médico de los Centros de Salud?
Hace unas semanas escribí un artículo para Es Diari (06-08-2020) sobre los cambios surgidos tras la implantación de la consulta telefónica en los Centros de Salud (CS) como una manera de evitar los contagios y la transmisión de la enfermedad. Este escrito fue distribuido por listas de distribución de médicos de familia (MF) y de pediatras de Atención Primaria (AP) lo que hizo darme cuenta de cuan importante era el problema y lo extendido que estaba en toda nuestra geografía, no solo en las I Balears.
Como no tengo acceso a Es Diari a diario, leí hace unos días una editorial al respecto (26-07-2020, “Atención Primaria se atasca con las llamadas telefónicas”) en la que se abordaba este problema, y mi impresión era bastante acorde con lo escrito en la misma. Días después (29-07-2020, “La atención primaria no es un caos”) observé como mi compañera la Dra Muñoz Seco del CS de Es Castell, en calidad de Presidenta de la Sociedad Balear de Medicina Familiar y Comunitaria (SemFyC) de las I Balears, disintiendo de la misma, entendía que “por alusiones” (textual) debía replicar la editorial. Aún no en la intención de la réplica, estamos de acuerdo en el redactado de la misma, pues es un texto general del que probablemente todos los médicos del primer nivel nos sintamos reflejados, pero ello no quita el hecho fundamental de que, como comenté en mi anterior escrito, se debería haber estudiado mejor como abordar este problema y sobre todo como reforzar los CS en aspectos administrativos, médicos (refuerzos y sustituciones) y de estructura telefónica y telemática, que no se ha hecho y seguimos sufriendo diariamente.
sábado, 29 de agosto de 2020
viernes, 28 de agosto de 2020
La hermandad de la sábana santa, de Julia Navarro
La hermandad de la sábana santa, de Julia Navarro
De Julia Navarro hemos comentado diversos libros. Unos nos han gustado más que otros y a alguno la verdad no le he encontrado el punto.
Este es el primero que llevó a la fama, que leí hace alrededor de 15 años y que he vuelto a releer este verano.“La hermandad de la sábana santa” es un libro entre novela histórica y novela de suspense en diversos escenarios, incluso en tiempos históricos diversos, que te sumerge en un enigma aún hoy en día no resuelto como es el de la “sábana santa”, de los templarios…
Recomendable si se lee de un tirón.
DeBolsillo 2005
De Julia Navarro hemos comentado diversos libros. Unos nos han gustado más que otros y a alguno la verdad no le he encontrado el punto.
Este es el primero que llevó a la fama, que leí hace alrededor de 15 años y que he vuelto a releer este verano.“La hermandad de la sábana santa” es un libro entre novela histórica y novela de suspense en diversos escenarios, incluso en tiempos históricos diversos, que te sumerge en un enigma aún hoy en día no resuelto como es el de la “sábana santa”, de los templarios…
Recomendable si se lee de un tirón.
DeBolsillo 2005
miércoles, 19 de agosto de 2020
El manejo del paciente tras un episodio de infección por COVID-19
El manejo del paciente tras un episodio de infección por COVID-19
Hace poco hablamos de la sintomatología que presentan los pacientes afectos de clínica de infección por el virus COVID-19, habida cuenta que esta entidad puede ser asintomática. Y hoy hablaremos de aquella sintomatología que persiste en algunos pacientes tras haber padecido esta enfermedad. Se trata de un tema cada vez más importante.
Se trata de un comentario de un artículo publicado hace escasos días en BMJ, que se encuentra en formato libre, y que creo es realmente muy interesante para los médicos del primer nivel. Un artículo que ha sido redactado por médicos generalistas y especialistas de neumología.
A grandes rasgos los pacientes se dividirían en este sentido, en aquellos que presentan graves secuelas, tipo complicaciones tromboembólicas, u otras más leves, pero que generan malestar crónico al paciente del tipo dificultad respiratoria o astenia.
La realidad es que no existe un consenso sobre lo que se podría denominar como manifestaciones inequívocas tras la infección por COVID-19.
Entienden que según el tiempo de duración, al modo de entidades agudas cronificadas (por ejemplo las lumbalgias), las manifestaciones subagudas o postagudas (señalan) a aquellas que superan las 3 semanas desde el primer síntoma de la infección, pero considerando que son manifestaciones crónicas cuando se extienden más allá de 12 semanas.
En este sentido, señalan que la persistencia de la sintomatología sería suficiente para definir estas situaciones aún en ausencia de pruebas COVID-19 positivas.
Según este documento hasta un 10% de enfermos con PCR COVID-19 + (imagino que con sintomatología específica previa) permanece con molestias más allá de las tres semanas y una proporción menor de éstos durante meses. Esto se basa en una encuesta telefónica mediante la APP del UK COVID Symptom Study (con todos los sesgos poblacionales). Un porcentaje que entienden es bastante menor que otras series hospitalarias. Según otra fuente, esta vez de EEUU, el 65% de las personas con clínica de COVID-19 restablecerían su salud entre los 14-21 días tras el test COVID-19 +, es decir que casi un tercio permanecería con síntomas. Con todo, es este un tema aún abierto a nuevas evidencias.
Las secuelas tras la infección ya fueron puestas de manifiesto con otros virus hermanos como el SARS o el MERS, en forma manifestaciones respiratorias, y músculoesqueléticas...de modo que eran previsibles.
La causa no se conoce con exactitud pero se apunta a que pudiera existir una viremia mantenida por falta de respuesta de los anticuerpos, de reinfecciones, de recaídas, de reacciones inflamatorias o inmunológicas del propio huésped, al tiempo que otros aspectos psicológicos colaterales como síndrome stres posttraumatico...ya conocidos con otros virus.
Por tanto, la sintomatología tras la infección aguda es variable siendo los síntomas más frecuentes la tos, febrícula mantenida y la astenia. Sin embargo, puede persistir un cierto grado de dificultad respiratoria, molestias torácicas, cefalea, mialgias, debilidad, alteraciones gastrointestinales, cognitivas, depresión, problemas dermatológicos (alteraciones maculopapulares, vesiculosas o urticariformes, así como lesiones semejantes a sabañones en las extremidades), alteraciones metabólicas (en pacientes con diabetes -DM), y problemas tromboembólicos.
Con todo, esta sintomatología debe contrastarse objetivamente con los parámetros bioquímicos no fuera que la dificultad respiratoria o la astenia fuera consecuencia de una anemia, por ejemplo.
En la infección aguda se puede encontrar linfopenia (indica gravedad) y aumento de la proteína C reactiva. En el caso que se sospeche alguna alteración de la función cardíaca el péptido natriuretico estaría elevado y la troponina se incrementaría si existiera miocarditis o síndrome coronario agudo. La ferritina nos indicaría un estado inflamatorio y protrombótico, algo en el caso de trombosis nos lo podría confirmar el dímero-D. Con todo, tanto la troponina como el dímero-D pueden dar falso positivos, pero al parecer muchos menos falsos negativos, de modo que la negatividad de éstos puede orientarnos.
Comentan que en el seguimiento de pacientes con afectación pulmonar por el COVID-19 que no hubieran ingresado en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), según la Guía de Práctica Clínica de la British Thoracic Society (BTS) se les debería hacer una Rx de Tórax a las 12 semanas, y en el caso que los síntomas no mejoraran (objetivadas por pulxíoximetro, esto es mio) o que las lesiones persistieran, se deberían remitir a nivel especializado.
En el caso que tos persistente (tos crónica si persistiera más 8 semanas, según la BTS) recomiendan ejercicios respiratorios y medicación, dentro de los que pudieran administarse los inhibidores de la bomba de protones (IBP) en el caso de coexistir reflujo gastroesofágico (RGE).
La dificultad respiratoria subjetiva (falta de aliento) es frecuente y también puede mejorar con ejercicios respiratorios. En caso de dificultad grave debe remitirse a atención especializada.
Un aspecto que recalcan es la utilidad del pulxioxímetro en el control de los síntomas respiratorios tras el episodio agudo por COVID-19.
Un porcentaje de los pacientes que han sobrevivido a procesos respiratorios que requirieron ingreso en UCI presentan alteraciones crónicas de la función pulmonar en forma de neumonitis intersticial y fibrosis, sin embargo esta complicación es rara en aquellos que no han llegado a sufrir hipoxia.
La mayoría de los paciente se recuperan espontáneamente dentro las primeras 6 semanas del proceso agudo no requiriendo tratamiento añadido.
La astenia prolongada es común con la sintomatología que producen otros virus hermanos como el SARS o el MERS y compartiría sintomatología con el conocido como síndrome de fatiga crónica. No se conoce tratamiento farmacológico o no farmacológico hasta el momento para la astenia, aún así, recomienda iniciar un ejercicio muy progresivo con el fin de mejorar esta sintomatología y de evitar el empeoramiento de ésta al tiempo que la dificultad respiratoria y los dolores musculares.
Quizás las complicaciones más importante tras la insuficiencia respiratoria serían aquellas relacionadas con el área cardiovascular, habida cuenta que el 20% de los paciente ingresados tienen afectación de la misma debido al proceso inflamatorio (tormenta de citoquinas), microtrombos, alteración de los receptores ACE, o a la misma infiltración viral, que se manifiesta en forma de miocarditis, pericarditis, infarto agudo de miocardio (IAM), arritmias, o embolismo pulmonar; complicaciones que pueden presentarse a su vez varias semanas tras el episodio infeccioso.
En este sentido, el estado hiperinflamatorio y procoagulante generado por la infección aumenta el riesgo de episodios tromboembólicos lo que hace que se haya recomendado la utilización de anticoagulantes como tratamiento, o como profilaxis, tras el alta hospitalaria.
Hacen especial mención al manejo del paciente anciano, el más afecto por esta infección e ingresado por esta causa, habida cuenta que la enfermedad, y la situación nutricional y de inmovilidad condicionan sarcopenia y síntomas de desnutricion que dificultan la recuperación.
Para terminar, una idea nos debe quedar clara desde AP es la de la utilización del pulsioximetro domiciliar (existe un box al hoc en el documento) por el paciente con el que monitorizar su evolución habida cuenta el largo período de hipoxia asintomática que puede producir esta enfermedad, y la derivación a otro nivel cuando los síntomas respiratorios, cardíacos o de otro tipo son persistentes o incluso se exacerban.
Trisha Greenhalgh, Matthew Knight, Christine A’Court, Maria Buxton, Laiba Husai. Management of post-acute covid-19 in primary care. BMJ 2020; 370 doi: https://doi.org/10.1136/bmj.m3026 (Published 11 August 2020)
Hace poco hablamos de la sintomatología que presentan los pacientes afectos de clínica de infección por el virus COVID-19, habida cuenta que esta entidad puede ser asintomática. Y hoy hablaremos de aquella sintomatología que persiste en algunos pacientes tras haber padecido esta enfermedad. Se trata de un tema cada vez más importante.
Se trata de un comentario de un artículo publicado hace escasos días en BMJ, que se encuentra en formato libre, y que creo es realmente muy interesante para los médicos del primer nivel. Un artículo que ha sido redactado por médicos generalistas y especialistas de neumología.
A grandes rasgos los pacientes se dividirían en este sentido, en aquellos que presentan graves secuelas, tipo complicaciones tromboembólicas, u otras más leves, pero que generan malestar crónico al paciente del tipo dificultad respiratoria o astenia.
La realidad es que no existe un consenso sobre lo que se podría denominar como manifestaciones inequívocas tras la infección por COVID-19.
Entienden que según el tiempo de duración, al modo de entidades agudas cronificadas (por ejemplo las lumbalgias), las manifestaciones subagudas o postagudas (señalan) a aquellas que superan las 3 semanas desde el primer síntoma de la infección, pero considerando que son manifestaciones crónicas cuando se extienden más allá de 12 semanas.
En este sentido, señalan que la persistencia de la sintomatología sería suficiente para definir estas situaciones aún en ausencia de pruebas COVID-19 positivas.
Según este documento hasta un 10% de enfermos con PCR COVID-19 + (imagino que con sintomatología específica previa) permanece con molestias más allá de las tres semanas y una proporción menor de éstos durante meses. Esto se basa en una encuesta telefónica mediante la APP del UK COVID Symptom Study (con todos los sesgos poblacionales). Un porcentaje que entienden es bastante menor que otras series hospitalarias. Según otra fuente, esta vez de EEUU, el 65% de las personas con clínica de COVID-19 restablecerían su salud entre los 14-21 días tras el test COVID-19 +, es decir que casi un tercio permanecería con síntomas. Con todo, es este un tema aún abierto a nuevas evidencias.
Las secuelas tras la infección ya fueron puestas de manifiesto con otros virus hermanos como el SARS o el MERS, en forma manifestaciones respiratorias, y músculoesqueléticas...de modo que eran previsibles.
La causa no se conoce con exactitud pero se apunta a que pudiera existir una viremia mantenida por falta de respuesta de los anticuerpos, de reinfecciones, de recaídas, de reacciones inflamatorias o inmunológicas del propio huésped, al tiempo que otros aspectos psicológicos colaterales como síndrome stres posttraumatico...ya conocidos con otros virus.
Por tanto, la sintomatología tras la infección aguda es variable siendo los síntomas más frecuentes la tos, febrícula mantenida y la astenia. Sin embargo, puede persistir un cierto grado de dificultad respiratoria, molestias torácicas, cefalea, mialgias, debilidad, alteraciones gastrointestinales, cognitivas, depresión, problemas dermatológicos (alteraciones maculopapulares, vesiculosas o urticariformes, así como lesiones semejantes a sabañones en las extremidades), alteraciones metabólicas (en pacientes con diabetes -DM), y problemas tromboembólicos.
Con todo, esta sintomatología debe contrastarse objetivamente con los parámetros bioquímicos no fuera que la dificultad respiratoria o la astenia fuera consecuencia de una anemia, por ejemplo.
En la infección aguda se puede encontrar linfopenia (indica gravedad) y aumento de la proteína C reactiva. En el caso que se sospeche alguna alteración de la función cardíaca el péptido natriuretico estaría elevado y la troponina se incrementaría si existiera miocarditis o síndrome coronario agudo. La ferritina nos indicaría un estado inflamatorio y protrombótico, algo en el caso de trombosis nos lo podría confirmar el dímero-D. Con todo, tanto la troponina como el dímero-D pueden dar falso positivos, pero al parecer muchos menos falsos negativos, de modo que la negatividad de éstos puede orientarnos.
Comentan que en el seguimiento de pacientes con afectación pulmonar por el COVID-19 que no hubieran ingresado en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), según la Guía de Práctica Clínica de la British Thoracic Society (BTS) se les debería hacer una Rx de Tórax a las 12 semanas, y en el caso que los síntomas no mejoraran (objetivadas por pulxíoximetro, esto es mio) o que las lesiones persistieran, se deberían remitir a nivel especializado.
En el caso que tos persistente (tos crónica si persistiera más 8 semanas, según la BTS) recomiendan ejercicios respiratorios y medicación, dentro de los que pudieran administarse los inhibidores de la bomba de protones (IBP) en el caso de coexistir reflujo gastroesofágico (RGE).
La dificultad respiratoria subjetiva (falta de aliento) es frecuente y también puede mejorar con ejercicios respiratorios. En caso de dificultad grave debe remitirse a atención especializada.
Un aspecto que recalcan es la utilidad del pulxioxímetro en el control de los síntomas respiratorios tras el episodio agudo por COVID-19.
Un porcentaje de los pacientes que han sobrevivido a procesos respiratorios que requirieron ingreso en UCI presentan alteraciones crónicas de la función pulmonar en forma de neumonitis intersticial y fibrosis, sin embargo esta complicación es rara en aquellos que no han llegado a sufrir hipoxia.
La mayoría de los paciente se recuperan espontáneamente dentro las primeras 6 semanas del proceso agudo no requiriendo tratamiento añadido.
La astenia prolongada es común con la sintomatología que producen otros virus hermanos como el SARS o el MERS y compartiría sintomatología con el conocido como síndrome de fatiga crónica. No se conoce tratamiento farmacológico o no farmacológico hasta el momento para la astenia, aún así, recomienda iniciar un ejercicio muy progresivo con el fin de mejorar esta sintomatología y de evitar el empeoramiento de ésta al tiempo que la dificultad respiratoria y los dolores musculares.
Quizás las complicaciones más importante tras la insuficiencia respiratoria serían aquellas relacionadas con el área cardiovascular, habida cuenta que el 20% de los paciente ingresados tienen afectación de la misma debido al proceso inflamatorio (tormenta de citoquinas), microtrombos, alteración de los receptores ACE, o a la misma infiltración viral, que se manifiesta en forma de miocarditis, pericarditis, infarto agudo de miocardio (IAM), arritmias, o embolismo pulmonar; complicaciones que pueden presentarse a su vez varias semanas tras el episodio infeccioso.
En este sentido, el estado hiperinflamatorio y procoagulante generado por la infección aumenta el riesgo de episodios tromboembólicos lo que hace que se haya recomendado la utilización de anticoagulantes como tratamiento, o como profilaxis, tras el alta hospitalaria.
Hacen especial mención al manejo del paciente anciano, el más afecto por esta infección e ingresado por esta causa, habida cuenta que la enfermedad, y la situación nutricional y de inmovilidad condicionan sarcopenia y síntomas de desnutricion que dificultan la recuperación.
Para terminar, una idea nos debe quedar clara desde AP es la de la utilización del pulsioximetro domiciliar (existe un box al hoc en el documento) por el paciente con el que monitorizar su evolución habida cuenta el largo período de hipoxia asintomática que puede producir esta enfermedad, y la derivación a otro nivel cuando los síntomas respiratorios, cardíacos o de otro tipo son persistentes o incluso se exacerban.
Trisha Greenhalgh, Matthew Knight, Christine A’Court, Maria Buxton, Laiba Husai. Management of post-acute covid-19 in primary care. BMJ 2020; 370 doi: https://doi.org/10.1136/bmj.m3026 (Published 11 August 2020)
jueves, 13 de agosto de 2020
¿Que sintomatología es la más frecuente en el paciente con clínica de COVID-19?
¿Que sintomatología es la más frecuente en el paciente con clínica de COVID-19?
En alguna ocasión hemos hablado de los síntomas de la infección por la COVID-19. Vimos como la sintomatología sistémica más frecuente se encontraría la fiebre, astenia, pérdida de apetito y las artromialgias, pero inferiores a las de la gripe común, junto con síntomas como tos seca y la dificultad respiratoria (un síntoma de alarma). Los síntomas catarrales tipo coriza o congestión conjuntival serían menos frecuentes, destacándose, como comentamos, la anosmia y la disgeusia como precoces.
Sin embargo, según el estudio que comentamos en base a pacientes de diferentes lugares y tiempos de la epidemia de Estados Unidos (EEUU), los tres síntomas más patognomónicos de la infección por la COVID-19 son la fiebre, la tos y la dificultad respiratoria.
Se trata de un estudio sobre datos de 164 pacientes mayores de 18 años de 16 estados de EEUU entre enero y abril analizados según edad, sexo, grupo y según estuvieran ingresados en el hospital o no. Se les pasó un cuestionario detallado junto con las pruebas de laboratorio. Todos ellos presentaban síntomas.
Según este el 96% tenían fiebre, tos o dificultad respiratoria, y el 45% los tres síntomas a la vez. De estos el 84% tenían tos y el 80% fiebre, dos síntomas que serían muy sugestivos para investigar la etilogía por este virus. En estos pacientes también se destacaron síntomas como escalofríos, mialgias, dolor de cabeza, astenia, además de sintomatología digestiva como nauseas, dolor abdominal, vómitos y diarrea. Y esta última sintomatología es interesante pues la mitad de los pacientes tuvieron algún síntoma digestivo, fuera diarrea (38%) como el más frecuente o vómitos (13%) el que menos.
Los casos se relacionaron retrospectivamente con la definición ad hoc propuesta por el Council of State and Territorial Epidemiologists (CSTE) de EEUU en abril de este año.
La definición de caso clínico de COVID-19 requería tener uno o más de los tres conjuntos de criterios, fueran:
1,- Tos, dificultad para respirar objetiva o sensación de la misma
2,- Al menos dos de los siguientes síntomas: fiebre (termometrada o subjetiva), escalofríos, mialgias, cefaleas, odinofagia o cambios en el olfato y el gusto. O…
3,- Dificultad respiratoria grave o evidencias clínicas o radiológicas de neumonía o de insuficiencia respiratoria sin alternativa posible al diagnóstico de la COVID-19
Se estudiaron a 199 pacientes con COVID-19 positivo. El 97% (192) tenían algún síntoma, y solo 3% (6) estaban ausentes de éstos. La media de edad de los pacientes fue de 50 años y el 56% eran varones. Al final se analizaron los síntomas de 85% (164) de los pacientes. El 61% (90) no estuvieron ingresados.
Según esta serie los síntomas que se documentaron en más del 50% de los pacientes fueron la tos (84%), la fiebre (80%), los escalofríos (63%), la astenia (62%), el dolor de cabeza (59%), y la sensación de dificultad respiratoria (57%). A su vez alrededor de la mitad de los pacientes presentaron al menos un síntoma gastrointestinal (GI), el más frecuente la diarrea (38%) y el que menos los vómitos (13%).
Si atendemos a los paciente ingresados frente a los que no, la dificultad respiratoria, no podía ser de otra manera, fue más frecuente en los ingresados (82%) frente a los que no (38%). Como se ve no todo aquel con dificultad respiratoria es ingresado.
Y los síntomas sobre los que hablamos en un post, como cambios en el olfato y el gusto o la rinorea se mostraron en un alto porcentaje de los pacientes no ingresados (22 y 51% respectivamente) frente aquellos hospitalizados (7 y 21% respectivamente). Lo que da cuenta, que son síntomas precoces relacionados con poca gravedad en la evolución.
De todos ellos prácticamente todos los pacientes (96%) manifestaron uno o más de los signos típicos como fiebre, tos o sensación de dificultad respiratoria. El 45% manifestaron tener los tres síntomas al mismo tiempo, algo que aumentaba con la edad de los pacientes, y más en los ingresados (68%) que en los que no (31%). Del mismo modo, y es un tema interesante, todos aquellos con síntomas digestivos (96%) presentaban a su vez algún síntoma respiratorio típico.
Concluyen que tres síntomas (fiebre, tos y dificulta respiratoria) serían comunes a todos los pacientes con COVID-19, si bien es cierto que exitirían otros síntomas que podrían darse concomitantemente del tipo escalofríos, mialgias, cefaleas, astenia y síntomas GI como la diarrea.
Hay que decir que aunque la muestra utilizada de pacientes provenientes de diferentes lugares de la geografía de EEUU durante un dilatado espacio temporal no permite generalizar las conclusiones a todos los pacientes con COVID-19, máxime sabiendo que existen formas menores y otras asintomáticas de la enfermedad.
Rachel M. Burke; Marie E. Killerby, VetMB; Suzanne Newton, MPH; Candace E. Ashworth; et al; Case Investigation Form Working Group Symptom Profiles of a Convenience Sample of Patients with COVID-19 — United States, January–April 2020 Weekly / July 17, 2020 / 69(28);904–908
Ralph Ellis. CDC Says Three COVID-19 Symptoms Are Most Common. Medscape July 17, 2020
Greenhalgh T, Koh GCH, Car J. 10-MINUTE CONSULTATION Covid-19: a remote assessment in primary care. BMJ. 2020 Mar 25;368:m1182. doi: 10.1136/bmj.m1182.
En alguna ocasión hemos hablado de los síntomas de la infección por la COVID-19. Vimos como la sintomatología sistémica más frecuente se encontraría la fiebre, astenia, pérdida de apetito y las artromialgias, pero inferiores a las de la gripe común, junto con síntomas como tos seca y la dificultad respiratoria (un síntoma de alarma). Los síntomas catarrales tipo coriza o congestión conjuntival serían menos frecuentes, destacándose, como comentamos, la anosmia y la disgeusia como precoces.
Sin embargo, según el estudio que comentamos en base a pacientes de diferentes lugares y tiempos de la epidemia de Estados Unidos (EEUU), los tres síntomas más patognomónicos de la infección por la COVID-19 son la fiebre, la tos y la dificultad respiratoria.
Se trata de un estudio sobre datos de 164 pacientes mayores de 18 años de 16 estados de EEUU entre enero y abril analizados según edad, sexo, grupo y según estuvieran ingresados en el hospital o no. Se les pasó un cuestionario detallado junto con las pruebas de laboratorio. Todos ellos presentaban síntomas.
Según este el 96% tenían fiebre, tos o dificultad respiratoria, y el 45% los tres síntomas a la vez. De estos el 84% tenían tos y el 80% fiebre, dos síntomas que serían muy sugestivos para investigar la etilogía por este virus. En estos pacientes también se destacaron síntomas como escalofríos, mialgias, dolor de cabeza, astenia, además de sintomatología digestiva como nauseas, dolor abdominal, vómitos y diarrea. Y esta última sintomatología es interesante pues la mitad de los pacientes tuvieron algún síntoma digestivo, fuera diarrea (38%) como el más frecuente o vómitos (13%) el que menos.
Los casos se relacionaron retrospectivamente con la definición ad hoc propuesta por el Council of State and Territorial Epidemiologists (CSTE) de EEUU en abril de este año.
La definición de caso clínico de COVID-19 requería tener uno o más de los tres conjuntos de criterios, fueran:
1,- Tos, dificultad para respirar objetiva o sensación de la misma
2,- Al menos dos de los siguientes síntomas: fiebre (termometrada o subjetiva), escalofríos, mialgias, cefaleas, odinofagia o cambios en el olfato y el gusto. O…
3,- Dificultad respiratoria grave o evidencias clínicas o radiológicas de neumonía o de insuficiencia respiratoria sin alternativa posible al diagnóstico de la COVID-19
Se estudiaron a 199 pacientes con COVID-19 positivo. El 97% (192) tenían algún síntoma, y solo 3% (6) estaban ausentes de éstos. La media de edad de los pacientes fue de 50 años y el 56% eran varones. Al final se analizaron los síntomas de 85% (164) de los pacientes. El 61% (90) no estuvieron ingresados.
Según esta serie los síntomas que se documentaron en más del 50% de los pacientes fueron la tos (84%), la fiebre (80%), los escalofríos (63%), la astenia (62%), el dolor de cabeza (59%), y la sensación de dificultad respiratoria (57%). A su vez alrededor de la mitad de los pacientes presentaron al menos un síntoma gastrointestinal (GI), el más frecuente la diarrea (38%) y el que menos los vómitos (13%).
Si atendemos a los paciente ingresados frente a los que no, la dificultad respiratoria, no podía ser de otra manera, fue más frecuente en los ingresados (82%) frente a los que no (38%). Como se ve no todo aquel con dificultad respiratoria es ingresado.
Y los síntomas sobre los que hablamos en un post, como cambios en el olfato y el gusto o la rinorea se mostraron en un alto porcentaje de los pacientes no ingresados (22 y 51% respectivamente) frente aquellos hospitalizados (7 y 21% respectivamente). Lo que da cuenta, que son síntomas precoces relacionados con poca gravedad en la evolución.
De todos ellos prácticamente todos los pacientes (96%) manifestaron uno o más de los signos típicos como fiebre, tos o sensación de dificultad respiratoria. El 45% manifestaron tener los tres síntomas al mismo tiempo, algo que aumentaba con la edad de los pacientes, y más en los ingresados (68%) que en los que no (31%). Del mismo modo, y es un tema interesante, todos aquellos con síntomas digestivos (96%) presentaban a su vez algún síntoma respiratorio típico.
Concluyen que tres síntomas (fiebre, tos y dificulta respiratoria) serían comunes a todos los pacientes con COVID-19, si bien es cierto que exitirían otros síntomas que podrían darse concomitantemente del tipo escalofríos, mialgias, cefaleas, astenia y síntomas GI como la diarrea.
Hay que decir que aunque la muestra utilizada de pacientes provenientes de diferentes lugares de la geografía de EEUU durante un dilatado espacio temporal no permite generalizar las conclusiones a todos los pacientes con COVID-19, máxime sabiendo que existen formas menores y otras asintomáticas de la enfermedad.
Rachel M. Burke; Marie E. Killerby, VetMB; Suzanne Newton, MPH; Candace E. Ashworth; et al; Case Investigation Form Working Group Symptom Profiles of a Convenience Sample of Patients with COVID-19 — United States, January–April 2020 Weekly / July 17, 2020 / 69(28);904–908
Ralph Ellis. CDC Says Three COVID-19 Symptoms Are Most Common. Medscape July 17, 2020
Greenhalgh T, Koh GCH, Car J. 10-MINUTE CONSULTATION Covid-19: a remote assessment in primary care. BMJ. 2020 Mar 25;368:m1182. doi: 10.1136/bmj.m1182.
viernes, 7 de agosto de 2020
De la visita presencial a la telefónica en los Centros de Salud
De la visita presencial a la telefónica en los Centros de Salud
La consulta a través del teléfono se ha convertido en una práctica habitual en los Centros de Salud (CS) desde la irrupción en nuestras vidas de la COVID-19. Lo que parecía algo pasajero, de días o de semanas, una práctica en el confinamiento con la que sortear el contacto médico-paciente y evitar que ambos se contagiaran, para tras ello volver a la consulta presencial, al cara-cara habitual, se ha convertido en algo permanente. Sin embargo, la idea de provisionalidad se ha mantenido en la organización de los CS de Atención Primaria (AP), en el funcionamiento de los mismos en general, y en las agendas de los sanitarios en particular.
Unos cambios basados en la inexperiencia y el empirismo ante esta nueva situación, que creo yo, está dando no pocos problemas en los CS; a los administrativos que han de gestionar las llamadas y a los médicos que intentamos dar solución a la mayoría de éstas.
La consulta telefónica en la consulta del médico de AP era tomada hasta antes de la epidemia, como una consulta complementaria a la presencial con la que hacer seguimientos o dar resultados de pruebas diagnósticas, de modo que al tiempo invertido no se le daba demasiada importancia, no era contabilizado, entendiendo que era un contacto con el paciente más bien rápido, y por tanto no computable en la actividad del galeno.
Con el inicio de la epidemia esta idea se mantuvo dando la sensación de que las consultas telefónicas, al utilizar “menos tiempo” no precisaban control, de modo que al principio llegaron a ser infinitas. Con el tiempo las llamadas telefónicas han ido evolucionando y se están utilizando para múltiples motivos de consultas, y en buena medida habida cuenta la dificultad para contactar con el médico, varios de ellos en una misma llamada, lo que hace que el tiempo de éstas sean cada vez más dilatado.
Este hecho ha obligando a un control de las mismas (al menos en nuestro caso) y ha creado (sin quererlo) una cierta lista de espera en las consultas telefónicas, lo que a primera vista pudiera parecer sorprendente.
Y es que es esta es una situación nueva a la que nos vamos adaptando con dificultad.
Creo no equivocarme que este escenario mantenido está creado un cierto estrés al personal administrativo y a los médicos e indirectamente a también a los pacientes que no pueden acceder siempre a su médico en persona y por vía telefónica el mismo día.
Un estrés, pues este tipo de contacto no genera la misma seguridad en los diagnósticos realizados y las indicaciones dadas por el médico tanto en uno como en el otro, lo que obliga en ocasiones a más llamadas telefónicas y en ciertos casos a obligar a irremediables -lo que se intenta evitar- visitas presenciales, lo que duplica o triplica los contactos con el CS. Una situación que poco a poco va sobrecargando a los profesionales.
Por parte de los ciudadanos, la facilidad del contacto, una simple llamada sin mayor coste, hace que muchos pacientes lo utilicen para solucionar dudas o para consultas menores que restan tiempo a las otras visitas de pacientes con importantes problemas de salud, incrementando el número de llamadas, en cierta manera “espureas”, engrosando la actual lista de espera telefónica. Si a esto se le añade que un buen porcentaje de los pacientes no están pendientes del teléfono, lo que obliga a varias re-llamadas y que el sistema telefónico se colapsa (al menos el nuestro) el estrés está servido.
En este sentido, han surgido las reclamaciones airadas de paciente que alegan que no se les telefoneó, cuando, creo no equivocarme en general, que a todos los que solicitan una consulta se les telefonea más una vez, antes de considerarlos como “no presentados”; una situación que en la inmensa mayoría de los casos esconden números de teléfonos cambiados, equivocados, cuidadores distintos, teléfonos bloqueados,...aumentando el malestar entre los profesionales.
El paciente debe comprender lo anómalo de la situación, que tal vez la provisionalidad se convierta en cotidianidad ante la incertidumbre de la evolución nada clara de la pandemia, de modo que mi consejo es que consulten lo que crea realmente importante, pero que esté pendientes de tener sus números de teléfonos operativos, vigentes en las bases de datos médicas y de que, sobre todo, si se hace una consulta telefónica deben estar pendientes del teléfono. El no hacerlo nos perjudica a todos.
mateu seguí díaz
médico de familia
Seguí Díaz M. De la visita presencial a la telefónica en los Centros de Salud
Es Diari MENORCA. 06-08-2020: 29 https://www.menorca.info/
Greenhalgh T, Koh GCH, Car J. 10-MINUTE CONSULTATION Covid-19: a remote assessment in primary care. BMJ. 2020 Mar 25;368:m1182. doi: 10.1136/bmj.m1182.
La consulta a través del teléfono se ha convertido en una práctica habitual en los Centros de Salud (CS) desde la irrupción en nuestras vidas de la COVID-19. Lo que parecía algo pasajero, de días o de semanas, una práctica en el confinamiento con la que sortear el contacto médico-paciente y evitar que ambos se contagiaran, para tras ello volver a la consulta presencial, al cara-cara habitual, se ha convertido en algo permanente. Sin embargo, la idea de provisionalidad se ha mantenido en la organización de los CS de Atención Primaria (AP), en el funcionamiento de los mismos en general, y en las agendas de los sanitarios en particular.
Unos cambios basados en la inexperiencia y el empirismo ante esta nueva situación, que creo yo, está dando no pocos problemas en los CS; a los administrativos que han de gestionar las llamadas y a los médicos que intentamos dar solución a la mayoría de éstas.
La consulta telefónica en la consulta del médico de AP era tomada hasta antes de la epidemia, como una consulta complementaria a la presencial con la que hacer seguimientos o dar resultados de pruebas diagnósticas, de modo que al tiempo invertido no se le daba demasiada importancia, no era contabilizado, entendiendo que era un contacto con el paciente más bien rápido, y por tanto no computable en la actividad del galeno.
Con el inicio de la epidemia esta idea se mantuvo dando la sensación de que las consultas telefónicas, al utilizar “menos tiempo” no precisaban control, de modo que al principio llegaron a ser infinitas. Con el tiempo las llamadas telefónicas han ido evolucionando y se están utilizando para múltiples motivos de consultas, y en buena medida habida cuenta la dificultad para contactar con el médico, varios de ellos en una misma llamada, lo que hace que el tiempo de éstas sean cada vez más dilatado.
Este hecho ha obligando a un control de las mismas (al menos en nuestro caso) y ha creado (sin quererlo) una cierta lista de espera en las consultas telefónicas, lo que a primera vista pudiera parecer sorprendente.
Y es que es esta es una situación nueva a la que nos vamos adaptando con dificultad.
Creo no equivocarme que este escenario mantenido está creado un cierto estrés al personal administrativo y a los médicos e indirectamente a también a los pacientes que no pueden acceder siempre a su médico en persona y por vía telefónica el mismo día.
Un estrés, pues este tipo de contacto no genera la misma seguridad en los diagnósticos realizados y las indicaciones dadas por el médico tanto en uno como en el otro, lo que obliga en ocasiones a más llamadas telefónicas y en ciertos casos a obligar a irremediables -lo que se intenta evitar- visitas presenciales, lo que duplica o triplica los contactos con el CS. Una situación que poco a poco va sobrecargando a los profesionales.
Por parte de los ciudadanos, la facilidad del contacto, una simple llamada sin mayor coste, hace que muchos pacientes lo utilicen para solucionar dudas o para consultas menores que restan tiempo a las otras visitas de pacientes con importantes problemas de salud, incrementando el número de llamadas, en cierta manera “espureas”, engrosando la actual lista de espera telefónica. Si a esto se le añade que un buen porcentaje de los pacientes no están pendientes del teléfono, lo que obliga a varias re-llamadas y que el sistema telefónico se colapsa (al menos el nuestro) el estrés está servido.
En este sentido, han surgido las reclamaciones airadas de paciente que alegan que no se les telefoneó, cuando, creo no equivocarme en general, que a todos los que solicitan una consulta se les telefonea más una vez, antes de considerarlos como “no presentados”; una situación que en la inmensa mayoría de los casos esconden números de teléfonos cambiados, equivocados, cuidadores distintos, teléfonos bloqueados,...aumentando el malestar entre los profesionales.
El paciente debe comprender lo anómalo de la situación, que tal vez la provisionalidad se convierta en cotidianidad ante la incertidumbre de la evolución nada clara de la pandemia, de modo que mi consejo es que consulten lo que crea realmente importante, pero que esté pendientes de tener sus números de teléfonos operativos, vigentes en las bases de datos médicas y de que, sobre todo, si se hace una consulta telefónica deben estar pendientes del teléfono. El no hacerlo nos perjudica a todos.
mateu seguí díaz
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Seguí Díaz M. De la visita presencial a la telefónica en los Centros de Salud
Es Diari MENORCA. 06-08-2020: 29 https://www.menorca.info/
Greenhalgh T, Koh GCH, Car J. 10-MINUTE CONSULTATION Covid-19: a remote assessment in primary care. BMJ. 2020 Mar 25;368:m1182. doi: 10.1136/bmj.m1182.
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