Alcohol y cerebro
El hábito de beber bebidas alcohólicas está muy arraigado en el mundo, y si bien es cierto que sus efectos sobre la salud estarían relacionados con la cantidad de éstas bebidas ingerido, cada vez más se publican estudios en los que con cantidades mínimas, una sola consumición diaria, ya se aprecian diferencias en términos de salud con aquellos individuos que no beben, que son abstemios.
En general este hábito está relacionado con enfermedades hepáticas (cirrosis), oncológicas (cáncer de mama, colon…), cardiovasculares (accidente vásculo-cerebral,…) pero también se las ha relacionado con los accidentes, de tráfico, laborales...e incluso con algunas infecciones (tuberculosis, por ejemplo).
Si que es cierto, que por el contrario, y aunque parezca una contradicción, la ingesta de una poca cantidad de alcohol diario está relacionada con presentar un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares.
En general las Guías de Práctica Clínica (GPC) que utilizan los médicos van de recomendar evitar la ingesta de alcohol a poner un umbral a partir del cual su consumo aumenta el riesgo para la salud y que varía según el sexo, entre 10 a 52 gramos de alcohol al día en varones y de 8 a 42 gramos en mujeres, aunque es habitual hacerlo según la cantidad consumida a la semana entendiendo, recomendando éstas, que existan días que no se consuma este alimento. En este sentido se admite (para entendernos) como una unidad de alcohol es aquella que corresponde a 10 gr de esta sustancia, lo que es la cantidad contenida en un vaso pequeño de vino (100 ml) o en 375 ml de cereza (una mediana) o en 30 ml de licor (un chupito de whiski...).
Un estudio reciente publicado en Lancet a partir de los datos del Global Burden of Disease Study 2020 sobre el consumo en 204 países entre 1990-2020 y analizando 22 objetivos de salud en individuos entre 15-95 años, y estimando la cantidad mínima de alcohol (CMA) que correspondería a la situación de abstemio (si esto es posible) a partir de la cual el alcohol haría daño a la salud, , algo que por otra parte depende de la edad del individuo, el sexo, la situación geográfica.., mostraron como, si bien es cierto en términos de mortalidad el consumo de alcohol tendría una curva en “J” (mejora con poca dosis y aumenta a medida que se consume), estos resultados variaban según el parámetro de salud estudiado.
Unos resultados, que como hemos dicho se relacionan básicamente con la edad de los individuos y dependiendo de las regiones o países estudiados. Y es que el riesgo de consumo moderado sería de 0 en individuos jóvenes (entre los 15-39 años) en cualquier lugar del mundo pero se iría incrementando con la edad a medida que aumenta el riesgo de las enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y del cancer. Con todo, concluyen que la relacion entre el consumo moderado de alcohol y la salud es complicada, pues podría ser beneficioso en ciertas enfermedades como las cardiovasculares al tiempo que empeoraría otras incluso con consumos mínimos, como en el cancer.
Sin embargo los datos sobre efecto del alcohol y el cerebro, que es sobre lo que hablaremos, sobre las llamadas enfermedades neurodegenerativas (la enfermedad de Parkinson –EP-, o la enfermedad de Alhzeimer –EA, por ejemplo), no se ha escrito mucho, lo más conocido tiene que ver con las repercusiones en grandes bebedores, algo por otra parte, de todos conocidos. Si que existen datos sobre lo que llaman un consumo excesivo (alcohol use disorder), que definen a aquel consumo superior a 21 unidades semanales (más de dos consumiciones al día), y que entienden ya sería neurotóxico para el cerebro, aunque los resultados de los distintos estudios no son homogéneos.
Repasaremos algunos estudios recientes.
Un estudio realizado en Francia (Schwarzinger M et al, 2018) analizando los datos de 31,6 millones de ciudadanos encontró que el consumo moderado estaba asociado con un riesgo aumentado de demencia, incluída la EA. Y en un estudio sueco (Eriksson AK et al, 2013) en 602, 930 ciudadanos durante un seguimiento de 13 años de media también un riesgo aumentado de EP. Un estudio inglés (Weyerer S et al, 2011) durante de 30 años sugirió como un consumo entre moderado y alto de alcohol (14-21 y superior a 21 U/semana) incrementaba el riesgo de producir la atrofia de ciertas partes del cerebro (hipocampo)...
Como contrapunto, un estudio alemán como el de Weyerer S et al (2011) se mostró en sentido contrario, pues no demostraron que el alcohol se asociara con mayor riesgo de enfermedad neurodegenerativa, fuera demencia y EA; aunque el período de seguimiento fue corto, de 3 años.
Y por último, otro estudio más reciente y durante mayor tiempo de Pengyue Zhang et al en EEUU (2007-22) a partir de datos de aseguradoras privadas y relacionando a 129182 consumidores excesivos de alcohol frente a 129182 controles (abstemios) el consumo excesivo de alcohol se asoció a un mayor riesgo de EA y de EP, aunque con riesgos distintos según las razas; mayor riesgo de EA en los pacientes hispanos al tiempo que solo pudieron relacionar el mayor consumo de alcohol con la EP en aquellos individuos de raza blanca.
Podemos concluir que el alcohol es un neurotóxico para el cerebro incluso en dosis bajas, que sus efectos se manifiestan a largo plazo y que no podríamos asegurar que existiera una dosis de consumo tan pequeña que en este sentido fuera inocua para este órgano.
Así que, si queremos mantener a nuestro cerebro sano, no bebamos bebidas alcohólicas.
Mateu Seguí Díaz
médico de familia
Seguí Díaz M. Alcohol y cerebro . Es Diari MENORCA. 29-08-2022:32 https://www.menorca.info/