La crisis de los expertos*
A veces cuando uno lee ciertos artículos se da cuenta que viene de un mundo distinto, o al menos con una valoración de la importancia de las personas mucho más relativa. Y que es que la figura del experto viene de esa concepción en la que alguien ha asumido tal cantidad de conocimientos que su opinión no admite crítica, de ahí que cualquier discrepancia cae en saco roto cuando quien la hace no es de la profesión, del área del “experto” en cuestión.
Sin embargo, en la actualidad el conocimiento cambia de manera rápida y sobre todo con la universalización mediante internet está al alcance de todo el mundo. Y lo más importante, que en la actualidad se pueden contrastar y comprobar las consecuencias de estas opiniones muchas veces en tiempo real. Los vemos en la economía, en la historia, en la medicina, en la ciencia en general…los cambios en casi todas las áreas son muy rápidos y la información y la difusión de los mismos también.
Salvo, o con la excepción, de las que yo llamo como materias teológicas, o aquellas que no admiten discrepancia, solo fe, creencia ciega, como la lengua catalana en nuestras islas.
Hemos asistido en tiempo real como las opiniones de expertos epidemiólogos eran distintas según países y como la opinión de éstos se caía delante las evidencias en forma contagios, hospitalizaciones y muertes debido a un virus en buena medida imprevisible. Los anticuerpos, las vacunas, la investigación sobre medicamentos que al final no han funcionado… han mostrado como la figura del “experto” ha quedado muy tocada. Y también a algunos “expertos” avalando o justificando las decisiones de la administración sanitaria han restado prestigio a la figura de éstos delante la ciudadanía.
Pero, también lo hemos visto en economía, en donde las “previsiones” van variando y ajustándose según los acontecimientos; o en historia,... ya conocen el affaire de los historiadores franceses y la versión edulcorada de la Francia ocupada en la 2º guerra mundial, o las distintas versiones de nuestra guerra civil según quien la escriba, o tal vez la interpretación interesada que se ha hecho sobre nuestra lengua en la Menorca en el siglo XVIII…y es que en ciertas “ciencias” la ideología o los intereses del “experto” deforman demasiado los hechos probados, las evidencias…
En medicina, o al menos en diabetología, que es el campo del que más domino, un experto se define socarronamente con diversas imágenes sugerentes; como la de aquel doctor, ya mayor, que viene de lejos que trae una presentación “powerpoint” personalizada y es portador de un puntero laser… u otras por el estilo, dando cuenta de la relatividad del concepto del “experto” en nuestro campo.
Y es que en mi área de conocimiento las evidencias tumban las opiniones de los expertos y éstos lo son siempre y cuando sean capaces de aportar evidencias novedosas que hagan cambiar las recomendaciones de las principales Guías de Práctica Clínica, que a la postre son las influyen en la práctica diaria de nuestros médicos.
Si los grandes “popes” que intervienen en los principales congresos internacionales, al menos de medicina, son considerados expertos, no lo son porque sean catedráticos de alguna universidad americana..., si no porque son investigadores que han aportado evidencias novedosas sobre las que basar las futuras recomendaciones médicas en sus respectivas especialidades.
Quizás la figura decimonónica del catedrático de universidad que retrató Pio Baroja en su libro “El árbol de la ciencia”, que espera que cada opinión tenga una entusiasta aprobación que refuerce narcisistamente su propia imagen, es la que probablemente espera recibir algún “experto” después de muchos años de llevar el título de “profesor”; sin embargo, en la actualidad esto ha cambiado, y el escalafón, la edad, el ser profesor universitario...significan mucho menos que antes.
En cualquier caso, la confianza que da un “experto” no la da un ciudadano que busca la información sobre un determinado tema y que se atreve a difundirla por medios generales, como es este diario, pero no deja de tener éste su parte de razón y con ello es importante. Y es que, concluyendo, ser un “experto” no significa tener el “don de la verdad” si no que la opinión de éste, como he intentado resumir, puede estar influida por muchos factores, entre ellos, su propia ideología.
Mateu Seguí Díaz
médico de familia
*Si bien es cierto que todos los artículos que introduzco en el blog son en español, en algún caso fueron escritos inicialmente en menorquín, como es el caso, y luego traducidos. Sin embargo, requerimientos de la dirección del rotativo para adaptarme al "catalán literario" demoraron más de un mes su publicación y me autobligué a publicarlo en español en dicho medio, tal como está en el post.
Seguí Díaz M. La crisis de los expertos. Es Diari MENORCA. 26-11-2021:30. https://www.menorca.info/