La difícil disquisición en la profilaxis de la Endocarditis infecciosa
A veces la falta de evidencia no es razón para no dar recomendaciones. La falta de pruebas científicas delante una entidad grave hace que la simple opinión de expertos se convierta en suficiente evidencia para aplicar una terapia ad hoc. El sentido común, aún a costa de ser ineficiente a veces se convierte en la única razón para aplicar tal o cual medida. Algo de esto se habló cuando tratamos el tema de la alimentación del lactante (pocas evidencias y cada vez menos recomendaciones) y ahora un tema radicalmente diferente, el de la profilaxis de la endocarditis infecciosa. Un tema que me impactó cuando tras semanas de una fiebre de origen desconocido una amiga mía fue diagnosticada de esta afección teniendo como único antecedente un implante dental días antes del inicio del proceso. Pero, la heurística es mala consejera, aunque a veces es la única que tenemos cuando la estadística nos falla.
En el tema que nos ocupa las grandes sociedades, American Heart Association (AHA), Sociedad Europea de Cardiología (ESC), National Institute of Health and Clinical Excellence (NICE) y la Sociedad Española de Cardiología (SEC), no opinan de una manera unánime, si bien es cierto que coinciden en lo importante, en aplicar medidas en solo pacientes de muy alto riesgo: prótesis valvulares cardíacas, prótesis biológicas y homoinjertos, EB previa, cardiopatías congenitas cianógenas, cortocircuitos pulmonares sistémicos, prolapsos válvula mitral con regurgitación valvular, miocardiopatías hipertrófica, malformaciones congénitas no cianógenas (estos tres últimos no aceptados por la AHA).
Y es que la bacteriemia tras cualquier actuación odontológica es muy frecuente, así se da en el 10-100% de las extracciones dentarias, limpiezas dentarias (40%), cirugía periodontal (36-88%), pero también existen tras la limpieza dental habitual (20-68%); de tal modo que es difícil determinar el riesgo de infección y que medidas instaurar en cada una de ellas, habida cuenta que no existe ningún estudio aleatorizado que nos aporte una luz suficiente al respecto. Sea por ello que en un plano ecléptico se acaben posicionando las recomendaciones no tanto en el riesgo de bacteriemia como en el tipo de persona en la que se aplica el procedimiento diagnóstico o terapéutico, con el fin de evitar la colonización bacteriana de las estructuras cardíacas.
Muy interesante en este sentido la revisión de Sánchez García et al. En la revista Sistema Nacional de Salud: 2009(33);2: 39-48
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