Los expertos frente a los especialistas en la epidemia de la COVID-19
En ocasiones he hablado de los expertos y su relación con la pandemia de la COVID-19 (enfermedad por coronavirus de 2019). Lo hice al principio de ésta (Es Diari, mayo del 2020) y hace poco (Es Diari 26-11-2021); pues si algo ha salido tocado de todo este descontrol es la figura del experto. Y es que la certezas se tambalean cuando hablamos de este virus; del que dicho sea de paso todo el mundo comenta o escribe. Lo hacen ciudadanos sin ninguna formación, opinadores de prensa y medios audiovisuales y lo hacen aquellos que denominamos como expertos.
Los expertos al servicio de la administración sanitaria han sufrido los ataques de la población y de los mismos políticos como chivos expiatorios de las malas o equivocadas decisiones tomadas, fundamentalmente políticas. Pues en una situación de incertidumbre algo hay que hacer, y no hacer nada, el “ver y esperar” no es de recibo, como sucedió con Suecia al principio de la pandemia.
Y este ha sido el problema, hacer cuando o no se tienen elementos, evidencias reales que avalen nuestras actuaciones, para después ponerse de perfil y apelar a decisiones de unos supuestos “expertos”. Algo así ocurrió en nuestro país al inicio de la epidemia, ahora hace dos años y que desembocaron en un confinamiento de toda la población como nunca se había visto (14-03-2020), que no influyó en el desarrollo de la curva epidémica y que estuvo acompañado de una gran mortaldad (47.123 fallecidos hasta junio del 2020). El gobierno se quitó responsabilidades y apeló a la opinión de los expertos (si es que los hubo).
Unos expertos que a falta de evidencias opinaron de manera distinta según los países (o al menos esa fue la sensación que quedó) y que en unos casos tuvieron en cuenta solo consideraciones sanitarias y políticas en una situación de incertidumbre; y otros, sobre todo lo que se dejaba de hacer (cese de la actividad económica, atención a los pacientes actuales…) y a la adquisición de una hipotética inmunidad grupal... pensando éstos en una visión a más largo plazo.
Dicho sea de paso estos días se ha publicado un metaanálisis (Herby et al, Studies in Applied Economics 2022) por la Johns Hopkins University sobre todos los estudios científicos que estudiaron la eficacia de los confinamientos (“lockdowns”) en la reducción de la mortalidad por la COVID-19 en la primera ola de la pandemia . Según éste no existiría asociación o si acaso mínima, entre la aplicación de estas medidas y la reducción de la mortalidad por la COVID-19, pero sí resultados adversos claros a nivel social, económico...
Y es que en todo este marco de opinadores públicos, sean “expertos” o no, se ha creado un ambiente de exceso de información; de desinformación que hace desconfiar de todo, máxime cuando las certezas caen a medida que el virus muta. Se ha opinado durante este tiempo, y llevamos 2 años, sobre la trasmisibilidad del virus, sobre la protección de las mascarillas, del confinamiento, de las vacunas y últimamente de las nuevas variantes, en concreto la Ómicron, de la que llevamos dos meses escasos.
Un reciente artículo-reportaje publicado en medscape (Labos, Medscape 31-01-2022) aborda este tema, el de los especialistas que estudian en la actualidad este virus, desde aquellos que analizaron las subespecies anteriores como el SARS (síndrome respiratorio agudo grave) en el 2002-3 y el MERS (síndrome respiratorio de Oriente Medio) en el 2012, como antecedentes inquietantes, a aquellos que de distintas especialidades y desde su punto de vista dan su opinión. En el mismo distinguen entre “especialistas” frente a “expertos”, pues no son palabras sinónimas en este tema.
El primero, el especialista, sería aquel con grandes conocimientos sobre un aspecto específico de esta materia; por ejemplo, el Dr Joan-Ramon Laporte Roselló que ha sido noticia estos días, en la Comisión de Investigación del Congreso, y en la que expresó evidencias, aspectos discutibles y opiniones sobre el comportamiento de los gobiernos, de las agencias reguladoras de medicamentos y de la industria farmacéutica en esta crisis sanitaria. Mientras que los expertos, según este medio, serían aquellos que serían capaces de dar recomendaciones en un ambiente de incertidumbre en el que es imposible dar una respuesta clara.
Un experto sería un especialista al que se le pueden hacer preguntas que no tendrían respuestas (cita no textual del sociólogo aleman Niklas Luhmann). Y en la pandemia por la COVID-19 nos hemos encontrado en esta situación; múltiples problemas de diferente temas que iban más allá de lo que dictamina la ciencia, habida cuenta que existirían vertientes económicas, sociales, políticas...además de las de salud pública, lo que hace que un solo especialista no sea competente para dar respuesta a todos estos interrogantes; algo que exigiría una decisión colegiada, de un equipo multidisciplinar. Un recurso que en nuestro país ha brillado por su ausencia.
Pero un recurso al que se recurrió en diversos países que sorprendentemente llegaron a respuestas distintas en la primera ola, como por ejemplo Suecia por un lado o Alemania por otro. Y es que no es fácil pronosticar, predecir el futuro sobre una pandemia inédita, con un comportamiento viral errático, en un ambiente de incertidumbre y aplicar medidas con una opinión pública extremadamente crítica. Cambiar nuestra opinión según los acontecimientos, adaptarse a las circunstancias según los cambios del virus, la eficacia de las medidas aplicadas y las repercusiones sociales. En un ambiente en la que la heurística (el caso diario) frente a la estadística (la realidad epidemiológica) condicionan el mensaje que los medios transmiten y los gobiernos al final aplican.
Medidas en las que para “hacer que se hace algo” se implementan sin base científica o no suficientemente evaluadas (algo de esto comentó el Dr Laporte en su disertación) que por aquello de que “si tienes un martillo todos los problemas empiezan a parecerse a clavos”, se obliga a la población a llevar mascarillas en espacios abiertos, a poseer un certificado COVID-19 (cuando el virus se trasmite de manera parecida entre vacunados y los que no), a obligar al confinamiento, a la vacunación universal y sobre todo en aquel personal de escaso riesgo de enfermar, ingresar o fallecer...
Y lo que no es menos grave de crear un ambiente con aquiescencia aparente de la población, en el que se repudien sistemáticamente a las voces discrepantes aún cuando las certezas sean escasas.
En mi opinión cuando acabe este paréntesis epidemiológico todos habremos perdido algo.
mateu seguí díaz
médico de familia
Seguí Díaz M. Expertos frente a especialistas en la epidemia de la COVID-19. Es Diari MENORCA. 17-02-2022:33. https://www.menorca.info/
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