¿Debe tratarse la fiebre en el niño?
La fiebre es un síntoma muy común, y más en la infancia, que llega a suponer el 1/3 de las causas de consulta en estos estratos de edad. Es causa de ansiedad en los padres y de visitas urgentes y llamadas intempestivas a los médicos pues es una situación que alarma a los padres. La excesiva preocupación por la fiebre es denominada actualmente como fiebrefobia, relacionando infundadamente a la fiebre con todo tipo de efectos dañinos sobre el cerebro.
Según nos informa este artículo, que recomendamos, la mitad de los padres consideran que una temperatura corporal inferior a 38°C es fiebre, y un ¼ de ellos dan antipiréticos en temperaturas inferiores a 37.8°C, y hasta un 85% despiertan a sus hijos para administrarles antitérmicos. También, como se hace eco el artículo, hay que decir que la mitad administran incorrectamente los antitérmicos y de estos, lo que es más grave, el 15% lo hacen en dosis superiores a las requeridas en fármacos como paracetamol o ibuprofeno, los más comúnmente utilizados.
La realidad es que la fiebre es considerada una enfermedad en si misma cuando no es más que una reacción fisiológica debido a una respuesta hipotalámica a pirógenos endógenos o exógenos y por tanto beneficiosa pues permite luchar contra la infección, al evitar el crecimiento de los microorganismos y generar la producción de linfocitos T, ayudando a la inmunidad celular. Solo en los casos de niños con enfermedades de base, crónicos, la fiebre podría ser causa de descompensación y de agravamiento al poder descompensarlos metabólicamente –diabéticos..- pero no es lo general.
Con todo, y si bien es cierto que tratar la fiebre tendría el efecto de disminuir el mal estado general y evitar la deshidratación, podría por el contrario, retrasar el diagnóstico, el tratamiento específico y aumentar el riesgo de fármacotoxicidad. No existen evidencia de que la fiebre pueda aumentar el riesgo de daños cerebrales, como comúnmente se cree. No obstante, la fiebre producida por enfermedades infecciosas, debe distinguirse de la hipertermia maligna (temperaturas > 41ºC) por fallo de los mecanismos hipotalámicos de regulación del calor, que puede conducir a convulsiones, delirio, obnubilación y coma. Situación esta extremadamente rara.
El tratamiento de la fiebre es un asunto aún no totalmente dilucidado, y la norma general es intentar que el niño se encuentre lo más confortable posible, sin embargo, el tratamiento de este estado no se debe simplemente a la ausencia de fiebre, pues disminuyendo esta por medios físicos (paños de agua tibia, baños...) disminuye la temperatura sin resolver totalmente el resto de los síntomas. En este aspecto no se recomienda hacer fricciones de alcohol por la posible absorción de este a nivel cutáneo. Es por ello que los antitérmicos además de bajar la fiebre tienen acciones analgésicas y antinflamatorias que mejorarían el estado general del niño. Teniendo más acción cuanta más edad tiene el niño (mayores de 6 años) y cuanta mayor es la temperatura alcanzada.
Otros aspectos que se comentan en el artículo es que no está demostrado que el tratamiento con antitérmicos disminuya la recurrencia de convulsiones febriles, de tal modo que darlos profilácticamente no tiene mucho sentido. Otro, es la práctica de dar antitérmicos antes de inyectar una vacuna para evitar la reacción febril, que se ha demostrado que disminuye la respuesta inmunológica del niño tratado.
El paracetamol es el fármaco que se ha posicionado en primer lugar tras demostrarse la relación entre la aspirina y el síndrome de Reye, y su retirada de esta del mercado en estos estratos de edad. La dosificación es simple y se encuentra entre 10-15 mg/Kg por dosis, cada 4-6 horas, haciendo efecto en el 80% de los niños a los 30-60 minutos.
Dosis más elevadas (de choque) vía oral (30 mg/Kg/dosis) o rectal (40 mg/Kg/dosis) no tienen mayor efecto que la dosis convencional, y aumentan el riesgo de hepatotoxicidad al llegar a dosis tóxicas (más de 90 mg/kg/día), por lo que están desaconsejadas. En este aspecto estarían desaconsejadas las administración de presentaciones de adultos.
El ibuprofeno, sería el segundo fármacos más comúnmente utilizados, siendo su efecto en reducción de la fiebre parecido al del paracetamol a dosis de 10 mg/kg/dosis, y mayor a dosis de 15 mg/kg/dosis.
No existen diferencias en seguridad y eficacia a dosis convencionales entre un fármaco u otro en niños con fiebre de entre 6 meses y 12 años, y si bien es cierto que el ibuprofeno, como cualquier antiinflamatorio (AINE) puede ser causa de gastritis. Por otro lado, no empeora, al contrario de lo que se cree, los síntomas del asma bronquial.
Si que es cierto, algo que no se tiene en cuenta, que el ibuprofeno puede ser causa de nefrotoxicidad, que achacada a todos los AINES, puede conducir a la insuficiencia renal en niño febriles pequeños y deshidratados, por lo que debemos ser cautos al utilizarlo en niños con posible deshidratación o lactantes menores de 6 meses. En estas edades existen otros riesgos como la persistencia del ductus arterioso, la infección por varicela y del estreptococo invasivo del grupo A -aunque los datos hasta el momento son insuficientes.
La alternancia entre ambos es algo corriente (superior al 70% según las encuestas) pero en los 5 estudios identificados en esta revisión, no muestran diferencias con respecto a cada uno de los fármacos por separado en cuanto a la reducción de la temperatura, pero sí en cuanto a la duración de esta y mejoría del resto de síntomas acompañantes. Con todo esta práctica hace más fácil la posibilidad de sobredosificación no intencionada por parte de los padres, algo que puede ocurrir al tiempo que se utilizan otros productos antigripales que tengan a su vez antipiréticos.
The Section on Clinical Pharmacology and Therapeutics and Committee on Drugs
Fever and Antipyretic Use in Children. Originally published online Feb 28, 2011; Pediatrics 2011;127;580-587
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