La buena comunicación médico-paciente y entre médicos es fundamental para el diagnóstico y el tratamiento del paciente. Tanto sea en el primer contacto como en su continuidad asistencial. Esto exige que ambos actores (médico -paciente) se entiendan y que éste pueda proveerse de una información oral y sobre todo escrita entendible para él y para el resto de sanitarios (médicos y personal de enfermería) que tengan que atenderle en el futuro.
Por esto, los problemas de comunicación idiomáticos son una cuestión frecuente a resolver en nuestras consultas. A otro nivel, la misma pretensión de compartir la información en forma de una sola historia clínica electrónica (un tarjeta electrónica unificada) accesible desde todo el Sistema Nacional de Salud (diversos intentos, pero una quimera en la actualidad) exige clarificar el idioma que se utiliza sobre todo cuando se pretenden compartir registros electrónicos de la salud.
Sin embargo, hoy nos referimos aquí a aquellas situaciones en donde el idioma propio de forma más o menos emocional se utiliza en el aspecto de reivindicación identitaria más que como un sistema de comunicación oral o escrito eficaz para el paciente. En concreto, me viene a la cabeza una anécdota que comentó un columnista de este diario (se definió como activista de la lengua catalana) sobre el hecho de haber sido atendido por una doctora en Ciutadella que no sabía catalán, y el alivio que le supuso a éste cuando otra sí que le entendió en dicho idioma, habida cuenta que se debatía éste entre explicar su problema de salud y no hacerlo en catalán, algo que al parecer le producía una gran desazón. O, otra anécdota que me contaron, cuando un médico residente (médicos en formación) latinoamericano le pidió amablemente a un transeúnte catalán si podía hablarle en español pues no le entendía, y éste le exigió, que dado que en Menorca se hablaba catalán, que algún médico del centro le atendiera en dicho idioma. Sucedió que los tres médicos que estaban en urgencias se encontraban en la misma situación idiomática, por lo que probablemente se planteó la disyuntiva de, o se esperaba con su problema de salud a ser atendido por el nuevo equipo (el día siguiente), o se atenía a llegar a una postura idiomática intermedia. Al final el paciente habló en catalán y el médico en castellano. Entiendo que no hubo problemas de comunicación del tipo “falso amigo” (false friend) como en el inglés, al modo de aquella anécdota de la paciente mallorquina que consultó a su médico por que “li picava sa naturalesa” y el médico entendió que tenía una alergia y le recetó un antihistamínicos, cuando el mal se encontraba una parte más íntima de la señora. Con todo, y bromas aparte, no cabe duda que en estas situaciones donde cada uno habla un idioma distinto se pudieran dar problemas de mala comunicación que erren el diagnóstico y el tratamiento por un tema puramente de reafirmación identitaria. Algo, en que mi opinión cumpliría el tercer principio de la Teoría de la Estupidez de Carlo Cipolla*.
El idioma no debería ser una barrera en la comunicación dentro el sistema sanitario en nuestro país. Ya tenemos problemas con pacientes extranjeros al tener idiomas distintos al inglés (musulmanes, rusos, rumanos, italianos...) con los cuales se hace difícil la comunicación sin un intérprete; sin embargo, dentro de España y en la atención de pacientes españoles, esto no debería ser un problema. La reivindicación identitaria o cultural debería quedar al margen de situaciones tan serias como la salud.
La argumentación que defienden algunos políticos de que todo el mundo que vive en las I Balears y trabaja en un servicio público tiene la obligación de conocer el catalán, no sería aplicable, en mi opinión, cuando quien presta esta atención se encuentra eventualmente o no de manera definitiva en la isla, tal es el caso de funcionarios estatales, personal en formación, trabajadores discontinuos (especialistas en tránsito) …, situación frecuente en nuestras islas. Del mismo modo que uno se traslada a vivir en destino provisional como funcionario europeo o con otro cargo eventual a países como Letonia, Finlandia, Holanda...en los que al margen del idioma propio el inglés es conocido por la población.
Otro asunto, es en qué idioma se registra la información que se suministra al paciente, pues también puede dar pie a mal entendidos. Pacientes de vacaciones o en períodos laborales discontinuos provenientes de la península a los que se les suministra informes en catalán, o en copia-pega medio español medio en catalán, dado que la información recogida en la historia clínica de donde se extrae el texto varía de idioma según el galeno, y nadie va a molestarse en traducirlo. De la misma forma, y en sentido inverso, informes que traen los pacientes del País Vasco en Euskera....En fin, una Torre de Babel autonómica en la que la seguridad del paciente, en mi opinión, sería la perjudicada.
Debería consensuarse por tanto, en pos de la seguridad de la información clínica que se suministra al paciente y que será utilizada por éste para sí mismo o en otros lugares de España, que el idioma sea aquel que compartimos y conocemos todos, el español. Sé que decirlo no es políticamente correcto, pero sí en mi opinión es lo más práctico y seguro para el paciente.
* Tercer principio de la Teoría de la Estupidez de Carlo Cipolla, “ Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso”.
mateu seguí díaz
médico de familia
*El lenguaje propio como un obstáculo en la relación médico-paciente. Diari Menorca.02-09-2016: 16 http://menorca.info/
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