La mayor calidad de los anticuerpos de los infectados por la COVID-19
Hace pocos días me sorprendió observar como quien, creo, fue mi primer paciente diagnosticado de COVID-19 (con insuficiencia respiratoria e ingreso hospitalario) hace ahora 2 años, aún tenía anticuerpos neutralizantes en ausencia de la vacuna (que no se puso). La sorpresa vino por que lo publicado hasta ahora no permitía augurar tanto tiempo de respuesta humoral contra el virus SARS-CoV-2 (severe acute respiratory syndrome coronavirus 2); es posible, como me comentó un compañero, que tal vez éste paciente se hubiera puesto en contacto nuevamente con otros virus SARS-CoV-2 y reforzado con ellos su inmunidad; pero, con todo, es un dato a tener en cuenta.
En los virus anteriores y hermanos del SARS-CoV-2, mucho más graves pero menos contagiosos, como el SARS-CoV-1, las concentraciones de los anticuerpos IgG neutralizantes aguantaron entre 4-5 meses hasta que empezaron a reducirse lentamente durante 2-3 años y los del MERSCoV (el virus del Middle East respiratory syndrome) persistieron más de 34 meses tras la curación de los pacientes, como comenté en un escrito hace algún tiempo.
En el caso que nos ocupa sabemos que la inmunidad humoral (por anticuerpos) es distinta si el paciente ha pasado la infección sin tener síntomas que si la ha padecido, siendo en el segundo caso más persistente en el tiempo que en el primero. En algún estudio (Quan-Xin Long et al) que comentamos (Es Diari 06-2020), en la fase de covalecencia precoz el 40% de los individuos asintomáticos se volvieron seronegativos y solo el 12,9% del los que tuvieron síntomas sus IgG se negativizaron. De ahí que se tenga la idea de que cuanto más grave es la enfermedad más inmunidad se adquiere.
El comentario de hoy es a raíz de un estudio Israelí (Cohen et al), que leemos en Medscape (Damian McNamara), no publicado, y que se piensa presentar en el próximo European Congress of Clinical Microbiology & Infectious Diseases (ECCMID 2022) en abril de este año sobre individuos introducidos entre marzo del 2020 y noviembre del 2020 y seguidos y analizados hasta abril del 2021.
En este estudio se evaluó la respuesta inmune inducida con anticuerpos al año de haber padecido una infección de COVID-19 en 130 individuos que no fueron vacunados que se compararon con 402 individuos de las mismas características, edad, peso corporal.. sin antecedentes de infecciones previas, que habían recibido dos dosis de vacuna Pfizer.
En dicho tiempo se observó, como han demostrado otros estudios, que el número de anticuerpos de los vacunados fue mayor al mes tras la vacunación que en aquellos que habían padecido la infección por la COVID-19; y que también que en estos últimos los anticuerpos se redujeron más rápidamente que en los vacunados; de manera que a primera vista los anticuerpos de la vacunación serían superiores a los producidos por la infección.
Sin embargo, para evaluar la resolutividad de éstos (la avidez) se investigó, se utilizó un índice que midiera la función según la fuerza de interacción entre los anticuerpos y el antígeno viral.
Según éste estudio, el índice de avidez fue mayor inicialmente en los individuos vacunados que en los pacientes que se habían recuperado de la infección manteniéndose hasta los 6 meses, pero a partir de este punto se fue incrementando este valor en los individuos que pasaron la infección en mayor medida que en los ya vacunados; un incremento que potencialmente debería proteger contra reinfecciones posteriores.
Este trabajo mostraría que las personas infectadas que nunca se vacunaron crearon anticuerpos que fueron más efectivos que aquellos vacunados que nunca fueron infectados. De ahí que se pongan el dedo en la llaga sobre la calidad frente a cantidad, pues si bien es conocido que los anticuerpos se reducen con el tiempo, la calidad de éstos, del individuo infectado parecen proteger mejor frente a una nueva reinfección que los creados por las vacunas; la crítica a estos datos, sin embargo, ha venido de que estos resultados solo se han estudiado en cepas de virus anteriores al virus Delta y el Ómicron (sea el Alpha y el Beta) por lo que no podría generalizarse los resultados. Este estudio, que sigue en marcha, se plantea en una fase posterior estudiar justamente la inmunidad adquirida sobre dichas variantes, la Delta y la Ómicron.
Otras de las conclusiones también sorprendentes es en que las personas obesas, un factor de riesgo de mala evolución de la enfermedad, pero que hubieran pasado la infección, tendrían al final mayor protección (respuesta inmune) frente a aquellas con normopeso o con sobrepeso.
Mateu Seguí Díaz
médico de familia
Seguí Díaz M. La mayor calidad de los anticuerpos de los infectados por la COVID-19 . Es Diari MENORCA. 05-03-2022:32 https://www.menorca.info/
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