Un año del “desastre de la COVID-19” en España
Estos días se recuerdan de manera más o menos explícita los hechos que llevaron al inicio de la epidemia por la COVID-19 en España, hace ahora justamente un año. Y digo más o menos explícita pues está pasando sin más repercusión mediática dejando la idea de que lo sucedido fue a consecuencia de la fatalidad, sin más, sin que existiera más responsabilidad que el azar epidemiológico del momento.
No se realizó (ni se realizará) una evaluación imparcial y externa que de lo ocurrido y dada la evolución del epidemia, la actualidad ha restado importancia a lo acaecido aquel aciago marzo del 2020 en nuestro país.
Lo escrito estos días abunda en ello y permite a los comentaristas de los periódicos afines afirmar “Me interesan poco las responsabilidades de estos problemas (creo que serán históricas y a repartir).” Pero, desde mi óptica no será así pues ya se han encargado durante un año de desviar la atención y de blanquear con los resultados electorales en Cataluña la gestión del que fuera en ese momento el Ministro de Sanidad (Salvador Illa).
Y la realidad es que desde la óptica mayoritaria la pregunta no es “¿Qué salió mal?”*, del título del artículo que me ha instado a escribir este post, si no el ¿porqué se hizo tan mal?, y ¿cual fue el motivo de persistir en el error hasta que el mal estuvo ya hecho?.
Y esto realmente es un tema de responsabilidades políticas.
Sin embargo, ya sabemos que si en España en vez del partido en el gobierno en aquel entonces hubiera estado el partido popular (PP) y hubiera hecho lo mismo y con los mismos resultados, la repercusión político/mediática hubiera sido bien distinta y sobre todo permanente, pero ya se sabe que en nuestro país hay dos varas de medir.
Conocemos la repercusión del affaire del Prestige (11-2002), o de los atentados de la estación de Atocha el 11 de marzo de 2004 en España que hicieron perder las elecciones al partido que se encontraba en el poder, y que aún hoy se les recuerda…
Se admite que cuando se juzga a la gestión de los partidos de izquierdas solo se hace sobre las intenciones, pero cuando se juzga a los de derecha, se hace sobre los hechos. Sin embargo, en este tema dramático la evaluación de la ciudadanía se podría haber hecho desde las dos vertientes, la de las intenciones, llegar a una fecha determinada desoyendo las advertencias, y la de los hechos: 45.000 fallecidos.
Para quien le interese y al modo de “Reflexiones sobre la pandemia por COVID-19 en España, de Juan Erviti López” que ya comentamos, existe otra cronología de los hechos que no hace más que abundar en lo escrito por Juan Erviti, “¿Qué salió mal? Cronología de una epidemia explosiva que arrolló España” y que se publicó ayer en el PAIS por Kiko Llaneras.
Un dato, explica: “7 de marzo. Había tantos infectados que los exportábamos en avión para ser detectados en Asía. …//…8 de marzo. El día antes de la manifestación del 8M la tranquilidad sigue dominando. El director del CCAES incluso sugiere una mejoría: "Podemos reducir la sospecha de transmisión comunitaria descontrolada.
Martes 10 de marzo. Todo se precipita: la alerta se eleva por boca del ministro de Sanidad y el presidente del Gobierno…//…Dos días después se anuncia el estado de alarma, en la noche del viernes 13”.
Lo siguiente que ocurrió se despacha con “un confinamiento decisivo en todo el territorio nacional, que servirá para cortar los contagios y evitará miles de víctimas” (sic).
A partir de aquí es donde este bloguero y el escrito por Juan Erviti no estamos de acuerdo con el comentarista del PAIS.
Se tomó una medida excesiva con solo datos de Madrid y el País Vasco que permitió la extensión de la epidemia, como comenté en el escrito anterior, pues desde mi punto de vista de médico de familia, se obligó a gran parte de la población a volver a sus casas (estudiantes…) y a una convivencia forzada durante tres meses (niños con personas mayores); la prueba es que los y fallecimientos aumentaron y aparecieron en lugares que previamente era desconocido.
Sirva este post para no olvidar la fecha.
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