sábado, 9 de enero de 2010

La medicalización del fracaso escolar, un artículo de Gonzalez –Vallinas P, y J Gervás

La medicalización del fracaso escolar, un artículo de Gonzalez –Vallinas P, y J Gervás

Sorprende, por evidente, que la consecuencia última de un problema arrastrado en la educación de nuestro hijos, acabe siendo un problema médico.
Muy interesante el artículo de revisión del tema de Gonzalez-Vallinas P y J Gervàs.
Siempre he pensado que independientemente de los factores implicados: la falta de socialización primaria en la familia, el nivel social del niño, el número de alumnos,... el factor determinante del fracaso del alumno era la actitud y aptitud del docente para enseñar. Una habilidad cada vez más difícil por unos padres que despreocupados en la educación que en la familia dan a sus hijos, son más "exigentes" en la educación que les proporciona el sistema educativo. Algo, que de otra manera, bien conocemos a nivel sanitario

La medicalización del fracaso escolar. González-Vallinas, P., Gérvas, J. [Notas clínicas]. Diciembre de 2009

http://www.equipocesca.org/uso-apropiado-de-recursos/la-medicalizacion-del-fracaso-escolar/

***Adjunto un artículo que sobre el particular escribí hace algunos años, y que inciden básicamente en el factor del profesorado, y que publiqué en el Diari MENORCA el 23-09-2004

LA VUELTA AL COLE
Aunque el título esté relacionado con “la vuelta al cole” el artículo no va por ahí. Mi intención, aún a riesgo de ser advenedizo en un tema que no es de mi profesión, era hablar de la enseñanza, de la educación formal ( la informal se adquiere en el seno de la familia y la sociedad), y de las calificaciones de los alumnos como un problema de salud pública, como una práctica que a la vez que hace crecer física y psicológicamente al niño puede condicionarle mentalmente
Vaya por delante que mis conocimientos del mundo de la educación no pasan de las de mero padre observador, y las de tutor de médicos especialistas en medicina familiar desde hace algunos años, de modo que mis reflexiones están realizadas tanto desde esta prosaica visión, como las de mi profesión sanitaria.
Escribía hace escasos días mi buen amigo Juan Gérvas, médico general de un pueblecito de la sierra de Madrid- Cadencia de la Sierra- y Visiting Profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins (Baltimore, EE.UU), en el diario oficial de la Organización Médica Colegial, sobre la libertad clínica como un derecho del paciente, frente aquellas prácticas sanitarias que intentan disminuir la variabilidad clínica entre profesionales. Defendía la libertad clínica por encima de los protocolos, guías y recomendaciones que intentan que delante de una misma situación clínica la inmensa mayoría de los médicos actúen de la misma manera.
Empezaba su artículo J Gèrvas con algo que es aplicable a la educación “la medicina es un arte con un barniz de ciencia”, sentencia de la que discrepo – discrepancia que le hice llegar por correo electrónico- , pues creo que la medicina es cada vez más ciencia y menos arte. Pero, que enlaza con lo que estábamos comentando, pues, la educación, siempre me ha parecido fundamentalmente mucho más arte – aunque enseña saber científico- que ciencia; pues como afirma Fernando Sabater en su libro “el valor de educar “ La condición humana es en parte espontaneidad natural pero también deliberación artificial: llegar a ser humano del todo – sea humano bueno o humano malo- es siempre un arte”
Y , no cabe duda que la enseñanza debe ser exclusivamente un arte, por que si no es difícil de comprender la cantidad de planes de educación y reformas, así como, llegando a un nivel más próximo, las diferencias en fracaso escolar – nº de alumnos que no consiguen superar la etapa de educación obligatoria- por centros educativos y los distintos resultados finales en asignaturas por profesores.
Según mi no experta visión, la versatilidad de los resultados – que es lo único medible- y supongo que de los procesos – el arte de educar, lo que ocurre dentro las aulas-, son tan variables como profesores y centros existen, y esto no deja de ser un problema de salud pública, pues afecta a la equidad formativa y con ello a la salud mental del muchacho en crecimiento. He de decir, que está ampliamente admitida la relación entre el éxito o fracaso en la escuela con la mayoría de los problemas que afectan a nuestros jóvenes en etapas posteriores.
Sacaba a colación, el enormemente citado Juan Denval en un amplio artículo de la revista “ Las claves de la razón práctica” (nº 121, abril 2002), un estudio suyo en el que concluía que las tasas de fracaso escolar (año 1986) se debían más a decisiones administrativas que a características de alumno, e incluía en el artículo cosas tan interesantes como que aquellos estudiosos que investigan la correlación entre las calificaciones de los exámenes según profesores, o entre en los mismos profesores después de algún tiempo, llegan a la conclusión que, para predecir la nota de un alumno, es mejor conocer al examinador que al propio alumno –Piéron-; de modo que para evitar errores – algo imposible- deberían ser varios los que calificaran a este.
De manera que podemos entender que una nota no es más que una estimación de la valoración de un alumno – que como todo valor de una muestra estadística se encuentra dentro un intervalo de confianza- que se mueve entre dos números, dentro los que se pueden encontrar tanto el aprobado como el suspenso. Como se ve, los mismos conocimientos puede dar como resultado evaluaciones muy diferentes para el alumno.
Para paliar esto, según mis observaciones, se intentan introducir otros elementos que den información adicional sobre el alumno –predisposición, actitud, comportamiento..-, pero por lo que se ve, por la variabilidad de los resultados, no surten un verdadero efecto.
A partir de aquí no es de extrañar que existan alumnos que recen para que no les toque un determinado profesor y que hayan padres que antes de asumir el fracaso escolar de su hijo opten por intentar cambiarlo de centro. Y es que tanto en un caso como en otro el resultado evaluativo a buen seguro será distinto.
En medicina no se tolerarían tasas de morbilidad y de mortalidad por centros o facultativos que superaran lo admisible, sin que las autoridades sanitarias tomaran cartas en el asunto. Que puedan existir en las mismas asignaturas e iguales o parecidos alumnos resultados completamente distintos según profesores deberían hacer saltar las alarmas de la administración educativa
Asignaturas clásicas como matemáticas se han convertido en paradigma de traumas infantiles y de grandes diferencias en los resultados según profesores o centros. Cierta asignaturas de lenguas que, por sus actuales connotaciones doctrinales, se han convertido en verdaderos huesos que los alumnos no acaban de digerir. En cualquier caso, no es de extrañar que cada profesor esté convencido de que su asignatura sea la mas importante; sin embargo, deben darse cuenta que los muchachos tienen que hace frente a 9 o mas asignaturas tan importantes como aquellas.
La exigencia, el “celo” por una asignatura, solo sería tolerable en el profesional de la educación – el símil en sanidad sería el “encarnizamiento diagnóstico y terapéutico” del paciente-, si existieran suficientes medios y sobre todo una verdadera dedicación – que muchas veces falta- . Sin embargo, lo que no sería de recibo es que existieran diferencias en el contenido lectivo – como pasaba en nuestro tiempo- y que se acabase el curso sin haber dado todo el libro, o que se impartieran otras lecciones o contenidos que no se encontraran en el programa, que dependieran de las preferencias e inclinaciones del profesor.
Me pregunto, que si puede existir “la medicina basada en la evidencia”, y a partir de ahí las guías, protocolos, y recomendaciones que unifiquen la práctica clínica, no podría existir una “ enseñanza basada en la evidencia”, que sin desdeñar el arte inherente al cometido de educar, unificara los modos y maneras de enseñar y de evaluar al alumno. Pues, y volviendo a Sabater “¿debe la educación preparar aptos competidores en el mercado laboral o formar hombres completos?”. En ello se encuentra la diferencia, evaluar para discriminar o evaluar para formar, según lo que se decida tendremos unas personas u otras.
Mateu Seguí Díaz
Médico de Familia

2 comentarios:

José Manuel Brea dijo...

>En cierta forma la medicalización del fracaso escolar devuelve la “inocencia” al profesorado y a las familias y transfiere el problema al ámbito sanitario. (Artículo de Equipo Cesca)
Esto es lo preocupante para nosotros. Por lo demás, el fracaso escolar es consecuencia de diversos factores, dependientes de los enseñantes, de los padres, de los alumnos, del método educativo y de la sociedad en general: actitud y aptitud de los docentes, actitud y aptitud paterna, personalidad del alumno, sistema educativo (responsabilidad política), cambio de valores sociales, influencia mediática. Es lo que creo, amigo Mateu. Un saludo desde Vigo, donde, de modo excepcional, ¡están cayendo copos de nieve!

Mateu Seguí Díaz dijo...

Efectivamente, no se trata más que dar una salida científica a un problema comportamiental a la vez que de liberar de responsabilidades a todos los actores implicados en la educación de los niños. Una pastilla milagrosa que nos evite buscar posturas más incómodas. Gracias, Jose Manuel