¿Es posible controlar la epidemia de COVID-19 con el rastreo de contactos y aislamiento?
Hace meses nos hicimos eco de diversas simulaciones matemáticas según las cuales la epidemia de la “coronavirus disease 2019” (COVID-19) habría finalizado este verano. La realidad no ha sido así. Tal vez si hubiera evolucionado de esa manera si no hubiera habido una intervención externa y cada individuo no se hubiera protegido evitando los contactos, creando una inmunidad grupal la evolución de la epidemia hubiera sido más rápida, y no sabemos si más mortífera (no existen modelos comparativos)
Sin embargo, la realidad fue que tras una primera ola de contagios y gran cantidad de fallecimientos en pacientes de riesgo sin ninguna protección (geriátricos, más de 20.000 muertos en España…), se introdujeron medidas con las que detectar primero y evitar el contagio después de los pacientes infectados con la COVID-19, con las que demorar la trasmisión comunitaria, alargarla en el tiempo con el objetivo puesto en una vacuna, que no acaba de llegar.
Y en esas estamos.
A veces pienso que si esta epidemia se hubiera dado hace 40 años, cuando empecé a ejercer, el resultado hubiera sido distinto, no se si hubiera habido menos fallecimientos, pero sobre todo hubiera sido mucho más corta, pero esto da pie a otro post.
Hoy comentamos un artículo que ha circulado recientemente, un modelo matemático que intenta determinar las condiciones con las que el aislamiento y seguimiento de los contactos de personas con la COVID-19 serían suficientes para el control de una nueva ola epidémica por el virus COVID-19 en ausencia de otras medidas de control.
En este se define como un brote epidémico controlado cuando no existen casos del mismo a los 3 meses del inicio independientemente del tamaño del mismo y el número de casos semanales documentados, situación que creo (¿?) en la actualidad no se ha dado en ningún país.
Según éste y teniendo en cuenta el escenario más habitual, el aislamiento de los casos confirmados con el control y aislamiento de los contactos como únicas medidas, serían insuficiente para el control de los brotes epidémicos por COVID-19, y en la mayoría de ellos aun un rastreo de contactos perfecto sería insuficiente para su control, requiriendo otras intervenciones para llegar al control del mismo. Con todo, un control efectivo de los contactos podría limitar el número de casos y facilitando el control real de la epidemia.
Y es que el aislamiento de los casos y el rastreo de los contactos es menos efectivo si la trasmisión del virus empieza antes de iniciarse los síntomas, como es el caso. Esto es lo que diferenció a la epidemia del “severe acute respiratory syndrome (SARS)” original iniciado en China en el 2003, en el que aún existiendo casos probados de trasmisión en individuos asintomáticos, la mayoría de la trasmisión se dio en individuos tras iniciarse los síntomas, no como en el COVID-19. En aquel el rastreo de contactos de los casos sospechosos y aislamiento de los confirmados logró controlar la epidemia.
También algo parecido ha ocurrido con el virus del Ebola y otros coronavirus como el coronavirus el “Middle East respiratory syndrome (MERS)” de gran mortalidad.
Y es que según este artículo señala como la efectividad del aislamiento y el rastreo de contactos depende de dos factores fundamentales; uno, el número de infecciones secundarias generadas por cada nueva infección y, dos: el grado de trasmisión que ocurre antes de que los síntomas aparezcan.
Y es que para reducir la trasmisión antes de la aparición de los síntomas solo se podría prevenir con el rastreo de casos confirmados y el testeo con cuarentena de los contactos.
Para ello aplicaron un modelo de control ramificado de los contactos calculando el número potencial de casos secundarios producidos por cada individuo que se extrae de una distribución binomial negativa. A cada nueva infección potencial se le asignó un tiempo de infección extraído de del intervalo de la distribución de la serie. Los casos secundarios se crearon únicamente por la persona infectada que no fue aislada durante el tiempo que estuvo infectada.
En general asumen que cada persona infectada produce tres infecciones secundarias (este número es el asumido por la distribución binomial negativa), pero solo dos podrían ocurrir antes de que el caso fuera aislado. De ahí que minimizar el retraso entre el inicio de la infección y el aislamiento podría reducir el número de casos secundarios.
Se simuló un proceso epidémico de ramificación de casos desde 5, 20 o 40 casos con el que representar diferentes magnitudes de un nuevo episodio epidémico. Se aislaron los casos sintomáticos tras el inicio de los síntomas tras un cierto retraso según la distribución. Se aplicó un modelo de trasmisión estocástico configurado a la epidemia del COVID-19, con el que cuantificar la potencial efectividad del rastreo de contactos y el aislamiento de los casos para controlar un patógeno similar al COVID-19 aplicado a diferentes escenarios con diferente número de casos iniciales, el número básico (R0) de reproducciones y el retraso del inicio de los síntomas hasta el aislamiento, la posibilidad que se rastrearan los contactos, la posibilidad de la trasmisión de la misma antes de que los síntomas de la enfermedad aparecieran y la proporción de infecciones subclínicas.
Los brotes se consideraron controlados cuando la trasmisión finalizó dentro las 12 semanas o antes de 5.000 casos en total.
Así en simulaciones con 5 casos iniciales, un R0 de 1,5 y ninguna transmisión antes de aparecer los síntomas podría ser controlado incluso con escaso rastreo de los contactos; sin embargo, el control de la epidemia se haría complicado teniendo un número inicial de casos parecido pero si el R0 fuera de entre 2,5 y 3,5 (que es lo habitual) y la existencia de trasmisión antes de que los síntomas aparezcan. Incluso con diferente número de casos la mayoría de escenarios que incluyeran una R0 de 1,5 sería controlable con menos de 50% de los contactos rastreados.
Sin embargo, para el control de la mayoría de las epidemias con un R0 de 2,5 se precisaría más del 70% de los contactos rastreados y en el caso de R0 de 3,5 más del 90%.
El retraso entre el inicio de los síntomas y el aislamiento serían los factores más importantes para determinar si una epidemia es controlable cuando la R0 fuera del 1,5. En el caso de R0 entre 2,5-3,5 con 40 casos iniciales el rastreo de contactos y el aislamiento serían potencialmente factibles si solo un 1% de la trasmisión ocurriera antes del inicio de los síntomas.
En estos casos postulan que el rastreo de contactos y aislamiento serían altamente efectivos en el control de un nuevo brote epidemico por la COVID-19 durante los 3 primeros meses. Y es que la probabilidad del control de los contactos decrece cuanto mayor es el retraso entre el inicio de los síntomas y el aislamiento del sujeto infectado, con ello se detectan menos casos mediante el rastreo de los contactos aumentando aquellos que trasmiten el virus antes de los síntomas.
Concluyen que en la actualidad solo es posible el control de la epidemia por COVID-19 si los niveles de rastreo de contactos y aislamientos son extremadamente elevados. Aún así, si existe una trasmisión antes de los síntomas esta estrategia no alcanzaría su objetivo hasta los 3 meses.
Joel Hellewell , Sam Abbott , Amy Gimma , Nikos I Bosse , Christopher I Jarvis , Timothy W Russell. Feasibility of controlling COVID-19 outbreaks by isolation of cases and contacts. Lancet Glob Health . 2020 Apr;8(4):e488-e496. doi: 10.1016/S2214-109X(20)30074-7. Epub 2020 Feb 28.