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lunes, 16 de marzo de 2009

La otra cara de las mamografías

Lo que se le pide a una prueba para que pueda ser utilizada en campañas de prevención es que sea lo máximo de sensible, es decir que capte o diagnostique a todas aquellas personas que tienen la enfermedad que se pretende prevenir. Lo segundo, es que sea lo máximo de inocua, pues , que su aplicación no produzca ningún daño a la persona sana a la que se le realiza. Por tanto, si la enfermedad que se pretende prevenir es grave, con una gran repercusión en la población y la prueba que se pretende aplicar cumple con estos dos requisitos anteriores es probable que, si su costo no es excesivo, se utilice rápidamente para este cometido. Si además, dicha iniciativa sanitaria puede venderse como un logro para la población, todos contentos. Algo de esto ha ocurrido con las mamografías desde hace más de 10 años, pues cumplen con todas estas premisas bajo el objetivo loable de la prevención de la mortalidad por cáncer de mama. A partir de entonces, teniendo en cuenta los datos de mortalidad por esta patología que provenían del extranjero (EEUU, países del norte de Europa), se aplicaron las mamografías a todas las mujeres de un rango de edad en España, entendiendo que se hacía/hace un bien a la población femenina. Por aquel entonces hubieron voces críticas con la prueba – yo entre ellas 1-2, discusiones en revistas científicas, foros sanitarios on line- , pues al margen de los posibles beneficios existen efectos secundarios que sin empañar, o empañando, los posibles logros, debían/en estar en conocimiento de las mujeres que se someten a esta prueba. Dichas voces críticas no se tuvieron en cuenta y desde entonces se aplican las campañas de detección poblacional del cáncer de mama desde los 50 a los 69 años, de una manera automatizada dando por supuesto que todo son beneficios y que las mamografías no tienen efectos secundarios. Pues, lamento contradecirles, pero como todas las actuaciones sanitarias, las tienen y deben ser conocidos. El primer inconveniente, que no se explica suficientemente, y parece una perogrullada, es que la mamografía no previene el cáncer mama, solo detecta este cáncer precozmente para así actuando antes disminuya la mortalidad, y esto es algo que se olvida habitualmente. La realidad es que su beneficio es más bien modesto, pues para evitar o retrasar una muerte por cáncer de mama necesitamos realizar cada dos años la mamografía a 2000 mujeres durante un período de al menos 10 años. El problema surge que al ser una prueba muy sensible (85-95%) no solo detecta el cáncer de mama si no que detecta la mayoría de los bultos que tiene la mama, y que no tienen por que ser cánceres. Bultos que una vez detectados deben estudiarse para descartar este diagnóstico (lo que se llaman falsos positivos), con toda la carga de angustia, temor, alteración de las relaciones familiares, sociales, etc.. que ello acarrea. Según una revisión de la más prestigiosas agencias internacionales sobre revisión de evidencia científica ( http://www.cochrane.dk/ ), de estas 2000 mujeres durante 10 años, el 10% (o sea, 200) se les encontrará imágenes sospechosas que deberán ser estudiadas con otras pruebas diagnósticas (más mamografías, ecografías, punciones, etc...). En este sentido, el problema se agrava cuando fruto de la gran sensibilidad de la prueba se detectan precursores de cánceres que nunca hubieran llegado a malignizar y que hacen que algunas mujeres sean tratadas innecesariamente como si tuvieran un tumor maligno. En este documento ( http://www.bmj.com/cgi/data/338/jan27_2/b86/DC1/1 ) señala que 10 de las 2000 mujeres durante los diez años de cribaje serán tratadas como si tuvieran un cáncer innecesariamente, realizándose en ellas cirugía, quimioterapia y radioterapia.... Y por último, fruto de esta gran sensibilidad se puede crear en las mujeres la falsa seguridad de que al haberse hecho una mamografía y no haberse detectado nada, no tiene riesgo alguno de tener un cáncer de mama, lo que da pie a retrasos injustificados en la demanda de atención si se encuentran ellas mismas un bulto en la mama. Tanto por la velocidad de crecimiento del tumor, como por la variabilidad en la interpretación de los resultados realizadas por los médicos, pueden aparecer tumores que no se hayan detectado, y que sean ignorados amparándose en el hecho de que la mamografía fue normal. A la vista de estos datos, coincido con muchos médicos, que si bien la mamografía es la mejor prueba que tenemos para prevenir la mortalidad por cáncer de mama, deben ponerse en cuestión las campañas poblacionales de detección precoz del cáncer de mama, ofreciendo esta prueba a las mujeres tras haber recibido la información correspondiente; o, dejar a las mamografías como una prueba más que demanda el médico y la mujer una vez informada de sus ventajas e inconvenientes para la prevención de la mortalidad por esta patología.

 1.- Seguí Díaz M, Diaz Femenia R, Arremberg Alarcon J. Prevención secundaria del cáncer de mama. Jano 1999, (1301). 69-76.

2.- Seguí Díaz M. La importancia del consejo previo a la mamografía en las campañas de detección del cáncer de mama. Aten Prim 1999; 24, (1): 102
Publicado en Diari Menorca el 18-03-09; 17

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