Páginas

lunes, 16 de agosto de 2010

Elogios infundados a nuestro actual sistema de atención pediátrica

Elogios infundados a nuestro actual sistema de atención pediátrica

No suelo comentar las editoriales de revistas dirigidas a pediatras pues entiendo que son para consumo interno y que al final lo que se plasma es lo que el lector espera leer. Sin embargo, a veces tras su lectura a uno le queda una inquietud que le lleva a comentar lo leído. A comentarlo, por que lo escrito no se ajusta –entiende- a la verdad.
Es por esto que me refiero a la editorial del Anales de Pediatría, bajo el título de “Pediatría, ciudadanos y políticos” firmado por M Labia Matías; autor que llevado por su entusiasmo pediátrico llega a sugerir que el nivel de salud de nuestros niños se debe en gran medida a nuestro sistema de pediatras hasta los 14 años, y propone que por ello este debe ampliarse la edad de cobertura hasta los 18 años. Lógicamente, partiendo de premisas sin fundamento pueden llegar a conclusiones disparatadas.
Después de un rápido recorrido histórico en donde los orígenes los situa en épocas en las que ni siguiera existían las especialidades médicas viene a decirnos lo ya sabido que la especial preocupación por la infancia viene de principios del siglo pasado dada la alta mortalidad infantil -alrededor de 200/1000 nacidos. Una preocupación –esto es mío- de todo el mundo occidental que hizo que en España se introdujeran iniciativas francesas a partir de 1902 en forma de “Consultorios de lactantes y Gotas de leche”, se promulgara la Ley de Protección a la Infancia 1904, siguiendo la legislación de otros países, y se creara un Consejo superior de Protección de la Infancia integrado por Juntas de Protección de la Infancia (compuesto por Médicos Titulares sufragados por los ayuntamientos). Se olvida también, el articulista al margen de la creación de la Escuela Nacional de Puericultura (1923), de la que no habla, se crearon las Escuelas de Maternología (1918) que hicieron una importante labor de educación sanitaria (cursos de puericultura) en la población. Si bien es cierto que la especialidad de pediatría no ha cumplido un siglo en nuestro país, la mejora de la salud infantil (tasas de mortalidad inferiores a 6/1000 actualmente, y parecidas al resto de países de nuestro entorno), ha ido menguado en relación directa con las condiciones económicas y sociosanitarias del mundo occidental en general y de nuestro país en particular, en donde los puericultores han tenido su parte histórica, pero no ha sido un tema exclusivo de pediatras (relativamente recientes en nuestros ambulatorios), y menos de los actuales con consultas hasta los 14 años; si no ha sido un tema colectivo en los que han influido muchos actores. La realidad actual, aunque el editorialista hace odas sobre la superioridad del pediatra frente a otros profesionales de primaria, es que en el mundo occidental existen diversas maneras de atender a la infancia sin que con ello se demuestren diferencias sustanciales de un sistema frente a otro en sus resultados. Eso sí, el nuestro puede estar seguro el articulista, que es el más costoso en recursos humanos, pues siendo España uno de los países con más pediatras por número de habitantes es de los que más carencia tiene de ellos.
Apuntar, como dice, que “ No se puede permitir que otros titulados puedan ocupar puestos de pediatras para los que no cuentan con los conocimientos suficientes. Los políticos, en atención primaria, pueden estar valorando importar modelos sanitarios en los que el pediatra no participa plenamente porque no existe: el cuidado al niño y al adolescente está en manos ajenas a las nuestras. Justamente, deberíamos ofertar y exportar nuestro sistema sanitario a otros países por su eficacia y sus resultados. Si el pediatra desapareciera paulatinamente de los centros de salud supondría la drástica disminución de la calidad existente en la actualidad y el inicio del desmantelamiento de un sistema sanitario ejemplar, que resulta menos caro que en Europa por los sueldos de los médicos españoles”. ...//... y acto seguido afirmar que “La edad de asistencia en Pediatría se tiene que ampliar hasta los 18 años: estamos más cercanos a los problemas de estos jóvenes que en otras especialidades. Hay que exigir que el Ministerio de Sanidad ofrezca los datos reales sobre la necesidad presente y futura de pediatras y médicos, y que las universidades obren en consecuencia” . Es estar fuera de la realidad de un sistema que la única ventaja – si puede llamarse así- que le ofrece al ciudadano es la de mantener unas consultas diferenciadas en la atención ambulatoria a nivel primario hasta edades desproporcionadas y que con ello obliga a un exceso de recursos de los que por lo que se ve no disponemos. De la fragmentación de la asistencia, de la ruptura de la atención longitudinal, de la atención biopsicosocial, integral e integrada, de la atención familiar,... mejor no hablar, para no aburrir, pero que incide con otro párrafo, y ya concluyo, en el que afirma que “Se pasó de los pediatras de «cupo» de ambulatorios, con dos horas y media de consulta y 10 en alerta para los avisos domiciliarios, a lo que hoy existe.”. Un sistema (esto es mío) en el que el pediatra desconoce el entorno donde se desarrolla el niño pues han desaparecido en buena medida las visitas domiciliares, desconociendo con ello al principal factor productor (salubridad de las viviendas, familia,...) de la morbi-mortalidad infantil actual (maltrato, accidentes infantiles, obesidad, infecciones...), y demostrando con ello que el sistema actual es un sistema donde los pediatras, fruto de su origen, han extrapolado el ámbito hospitalario al los Centros de Salud. ¿De todo esto se vanaglorian?

-M. Labay Matías. Pediatría, ciudadanos y políticos. Anales de Pediatría Vol.73 Núm. 02

-Seguí Díaz M. ¿Quién debe atender a los niños?: la opinión del médico de familia (editorial). SEMERGEN. 2006;32(8):390-8

** Katz M, Rubino A, Collier J, Rosen J, Ehrich J. Demography of Pediatric Primary Care in Europe: Delivery of Care and Training. Pediatrics. 2002;109:788-96

4 comentarios:

  1. Coincido con tus afirmaciones tras leer el editorial que comentas. Como médico de familia declaro con rubor que me siento incómodo ante un recién nacido enfermo o ante un parto (situaciones a las que pocas veces me he tenido que enfrentar y principalmente durante el MIR de mi especialidad). También defiendo que son situaciones a recuperar si como bien se dice somos el médico "de la familia".

    ResponderEliminar
  2. La formación pediátrica ha derivado, no sé si intencionadamente, a la formación hospitalaria, minusvalorando el papel del pediatra en Atención Primaria. De ahí que haya una sociedad de pediatría extrahospitalaria que no se ve identificada en la asociación de pediatría. Algo similar a lo que ocurre en otras especialidades con las plazas en centros ambulatorios. Como si lo que realmente interesa en lo que se cuece en el hospital sin pararse a pensar que los pacientes, los que necesitan un médico, estan "ahí fuera".

    ResponderEliminar
  3. Me parecen tan dispartada la visión optimista del papel de la pediatría , en la mejora de la salud de la población infantil española en las últimas decada como resposabilizar al Programa de Atención y a los pediatras en general al niño sano del importante aumento de la obesidad en la población infantil. El mundo es mucho más complejo de lo que la visión ombligista de algunos piensa.Lo realmente preocupante es que estas opiniones se expongan en una editorial de una revista científica por muy sectorial que sean sus patrocinadores.
    ¿será semejante el rigor de los otros articulos aceptados y publicados?
    Salud.
    Antoni Agustí

    ResponderEliminar
  4. Gracias Juan Q,
    Efectivamente, nuestra falta de habilidad, de pericia por falta de práctica hace que nos sintamos inseguros e incómodos y toleremos situaciones incongruentes por simple comodidad. Pero esta tolerancia es nuestra culpa (de las sociedades científicas de medicina familiar), no la culpa de los pediatras, que al final hacen lo que saben hacer.
    Mateu Seguí

    ResponderEliminar